14.8.08

Recopilando

Empezaron las vacaciones. Pasamos por Paracuellos de Jiloca. El balneario correcto, pero la relación calidad / precio algo cara. Algunos detalles (el agua no está incluida en el menú), feos. Seguimos camino a Jaca. Qué hermosa ciudad, y qué hermosos los valles pirenaicos. Nos alojamos, era obligado, en el Mur. No sé si le he contado, desocupado lector, que una parte de la familia paterna de Jimena proviene de esta bella ciudad aragonesa. Así que nos alojamos donde lo hacía su abuelo cuando, hace más de sesenta años, iba a ver a la que luego sería su abuela. La melancolía, a veces, es una forma de vida. El hotel, recién restaurado, respira historia. Aquí se alojaron Galán y García Hernández cuando la sublevación de 1930. Probablemente no es el hotel más cómodo de la ciudad, pero sin duda es el mejor ubicado. A cien metros saliendo a la derecha, la Ciudadela; a cien metros saliendo a la izquierda, la Catedral.
Hemos estado allí varios días. Leyendo y paseando.
Nos acercamos hasta el impresionante San Juan de la Peña, con sus leyendas y su historia del Reino de Aragón a cuestas. El turismo, masivo, está bien organizado. En el monasterio nuevo, un Centro de Interpretación muy interesante y originalmente montado. Un único pero. El audiovisual. Provinciano aldeanismo usando las técnicas más avanzadas. Ya saben: aquí era la democracia y libertad para todos, la miel manaba de las fuentes y el oro corría mientras el clero, los campesinos y la nobleza bailaban en corro abrazados hasta que llegaron primero el cabrón de Felipe II y luego los Borbones y se dedicaron, con saña, a acabar con esta arcadia medieval. El narcisismo de la diferencia menor, le llama Ignatieff a esta enfermedad.
El paisaje, en general, abruma. Nos acercamos a Canfranc. Unos lanas fumando porros y una gran bandera inconstitucional presiden una plaza. Al progreso a través del siglo XIX. Con dos cojones. Seguimos carretera adelante olvidando la visión regresiva que acabamos de sufrir. La estación está en obras, pero desde fuera muestra lo que fue. La decadencia del primer tercio del XX. Volveré y la veré por dentro.
Aconsejados por Miquel Barceló, cogemos la transpirenaica, nos perdemos y nos encontramos. Dios mío que paisaje. Me quedo con la boca abierta. A Jimena se la ve contenta. Y eso me hace feliz. Un café en Sarvisé. Unas fotos a la entrada de Ordesa. Magnífica Torla. Una carretera alpina, el valle del Ara. La mano de los glaciares.
La estancia en Jaca me sirve, es claro, para empezar a tejer una trama de afectos con la tierra aragonesa. Castellano como soy, son muchas aún las partes de España a las que no me une más que el pasaporte, porque ni las conozco, ni conozco gran cosa de ellas. Es cierto que a algunas de estas partes, las menos, no tengo ningún interés en que me una nada. Qué quieren que les diga, los afectos se ganan y se pierden. Es más, prefiero que, cuando viajo al extranjero, no me relacionen con ellas.
Pero no es el caso, desde luego, de Aragón.
Partimos hacia el oeste. Nos espera la dura estepa castellana. El lugar al que vamos promete. Ya les diré.

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