11.4.10

Andric

Andric. Los Balcanes. El libro que había leer, lo contó Jesús, que se lo oyó a Felipe, para entender lo de Bosnia. Un puente sobre el Drina, tan lejano ya, leído casi en otra vida. La crónica de Travnik, aquel invierno en el que me convertí, ¡oh lectura!, en cónsul de España en la Bosnia napoleónica. Ahora, antes de partir, Café Titanic. Siempre Acantilado. Los judíos sefarditas. La tierra maldita de Bosnia. Un conjunto de relatos. El odio, el amor, la vida. Tan eternas en aquella parte del mundo como en la mía. La niñez, tan cruel. El llegar tarde a una vida, o el llegar quizá demasiado pronto. Un imperio que no fue, como el mío. Un mundo que se perdió. La estupidez del nacionalismo. La imbecilidad de que haya gente que se proclame patriota. Miserables. Envolviendo en hermosos lenguajes sus intereses personales. Lo pensaba el otro día, qué mal negocio son las fronteras. Un libro para pensar, y para disfrutar de la prosa de Andric.

En cine, Intermission. Irlanda. La frustración de unas vidas que se consumen. De un reloj, inexorable, que no deja de avanzar hacia ningún sitio. Buena película. Dura y lluviosa.

Buen cine para esta tarde tan gris, en el fondo, de primavera.

PS: Ángel González escribió una vez: “Aquí, Madrid, mil novecientos / cincuenta y cuatro: un hombre solo. / Un hombre lleno de febrero, / ávido de domingos luminosos, / caminando hacia marzo paso a paso, / hacia el marzo del viento y de los rojos / horizontes –y la reciente primavera / ya en la frontera del abril lluvioso... […]

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