21.8.11

Guardiasciviles de Federico, progres de Zamora y naturaleza

Sólo hay Guardiacivil. No hay apenas coches, no queda turismo en nuestra tierra. Las playas están vacías. Los restaurantes de noche presentan un color espectral. Nadie se atreve a tomar un vino, un solo vaso de vino, y luego volver al su pueblo. La Guardiavicil te para, te registra, te hace controles de alcoholemia. Aleatorios. Enloquecidos. A cualquier hora. A las once de la mañana. A las cuatro de la tarde. A las siete de la mañana. El otro día, persiguieron a un padre por la carretera del mi pueblo porque, atentos al delito, llevaba cinco niños en el coche. Los subía del río, por dios. Tres quilómetros por una carretera sin tráfico. Lo persiguieron como a un terrorista. Lo pararon. Lo multaron. A mi Coronel lo pararon. Le registraron el coche. De arriba abajo. Esa es la imagen de la Sanabria en verano

Ya se cargaron la noche en esta tierra. Nadie sale ya, por miedo a los controles. A esos controles que convierten a los ciudadanos en súbditos atemorizados. Ahora se cargan el día. La obsesión por recaudar. Los veo persiguiendo a un padre que van con sus hijos y pienso en ese levante tomados por las mafias, en esos ayuntamientos llenos de ladrones. En esa seguridad ciudadana desbocada en toda España. Los veo y no puedo evitar pensar en aquello que Rafael Gómez, el Gallo, le dijo hace un siglo a la locomotora que entraba en Atocha resoplando de vapor viniendo del sur: “esos cojones, en Despeñaperros

A mayores, la tal Junta se cargó los controles de aparcamiento en el Lago. Este pepé democristiano que me saca de quicio. Ahorrando en bobadas para luego poder sachar pecho en Madrid. Porque, socialistas de todos los partidos, no se atreven a recortar el gasto donde éste se ha desbocado.

Llegará un día en el que en la Sanabria sólo haya ya funcionarios en la Puebla y Guardiasciviles en la carretera. No habrá negocios, no habrá turismo, no habrá gente ya, el Lago descansará virgen y los caminos volverán a estar a disposición de las bestias. Ese día acabará la historia mítica de este lugar en el mundo, y todo volverá a ser como en la época glaciar. Ese día, que llegará, toda la progresía de Madrid, empezando por la subdelegación del gobierno en Zamora, descansarán satisfechos. El hombre habrá perdido. Y la naturaleza habrá vencido.


PS: En el otoño de 1937, la presión para conseguir detenciones era tan grande que los interrogadores del NKVD empezaron a elegir los nombres en la guía de teléfonos.

Tzouliadis, T.: Los olvidados. Una tragedia americana en la Rusia de Stalin. Debate, Barcelona, 2009. Página 102

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