Comía el otro día con un amigo catalán. Me cuenta su cena la semana pasada con un ricachón barcelonés que está comprándose en estos días un piso en Núñez de Balboa, un ático enorme de diez millones de euros. "En Barcelona no se vende desde hace años un piso por más de tres millones de euros" me dice mi amigo.
Esa es la diferencia entre Madrid y Barcelona ahora mismo. Siete millones de euros. El fantasma de Montreal, cada vez más cerca.
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