29.6.06

Ezberdinak Gara

El Estado de Derecho supone, básicamente, la sujeción de todos los ciudadanos a la ley. No hay nadie por encima de la ley. Los procedimientos están diseñados para salvaguardar los derechos incluso en casos en los que la opinión pública no sea favorable. En eso nos diferenciamos de las bestias o de las sociedades en las que la palabra del líder (Franco, Castro, Stalin…) es la ley. En un Estado de Derecho podemos estar seguros porque la ley debe afectarnos a todos por igual

En eso somos diferentes. A los nacionalistas vascos les jode que se aplique la ley sin tener en cuenta la sensibilidad social. Les jode que se impute al presidente del gobierno vasco por reunirse con una organización terrorista “cuando tiene el respaldo democrático de la sociedad”. Da igual. Aunque todos los ciudadanos vascos lo apoyaran, la ley lo prohibe. Siempre se puede cambiar la ley, pero no vulnerarla. Sorprenden menos las declaraciones de los de Herri Batasuna. Algo así como que un juez no puede ser dique a las aspiraciones de un pueblo. Claro que puede, cuando no se cumple la ley. La ley no tiene amigos ni enemigos, ni se debe aplicar de un modo u otro según la tribu a la que se aplique. Goebbels se quejaba, en los primeros meses de gobierno nacional socialista en Alemania, de la lentitud con la que los jueces actuaban y lo remisos que eran a aplicar las nuevas normas que “cuentan con el respaldo democrático de la sociedad”. Sorprenden algo más las declaraciones del fiscal anticorrupción en la época de Felipe González (toda una declaración de principios, sí señor), señalando, en un mismo telegrama dirigido al juez Grande Marlaska, tres disparates juntos:

- Acusa al juez de "dificultar gravemente el proceso de paz". Ya están aquí los enemigos de la paz. Y los comisarios del pueblo dispuestos a señalarlos con el dedo.

- Acusa al juez de "servir a los intereses antidemocráticos del PP". A partir de ahora, la persona designada en nuestro país para diferenciar entre interés democrático y legítimo, e interés antidemocrático y golpista, es el señor Villarejo. Pregúntenle cuando tengan alguna duda.

- Finalmente, agárrense, señala que "la aplicación estricta de la ley puede conducir a una auténtica ofensa del principio de Justicia, a una auténtica ilegalidad".

Con esta lucidez, en España se llega a fiscal. No me extraña que González lo hiciera fiscal anticorrupción.

Queremos justicia, no tribu.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchos se olvidan de que la verdadera democracia es la que defiende los derechos de la minoría frente a la tiranía de la mayoría. Es decir, que por mucho que la mayoría decida algunas cosas, hay derechos básicos que no se pueden saltar.

Lo que más triste me parece es escuchar a señores importantes (¡¡autores de la Constitución!!) como Carrillo o Herrero de Minón afirmar poco menos que los jueces tienen que mirar a otro lado en aras del "proceso de paz". ¿No se supone que lo bueno de la justicia es que es ciega e igual para todos, e independiente en sus decisiones? Nos han jodido los repartidores de carnets de demócrata.