9.6.08

Libros de guarda (I)

Hay libros que ayudan a entender el mundo en el que vivimos. La primacía intelectual de “lo francés” en el mundo occidental durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX era, en gran parte, un arcano para mí. Quizá porque no provengo de un entorno criado en la cultura francesa, quizá porque yo llegué a la universidad cuando el mundo francés estaba en franco declive. Los antimodernos, de Compagnon, fueron un primer (y deslumbrante) acercamiento a aquel mundo. Pero me faltaba por acercarme a la segunda mitad del siglo XX. Y en ese momento apareció Pasado imperfecto, la magnífica obra de Tony Judt que me permito, la confianza me lo posibilita, recomendarle vivamente, desocupado lector.

Las cosas no son fáciles de entender sino se comprende la situación de la comunidad intelectual francesa en la agonía de la III República, así como lo sucedido durante la ocupación alemana. El anhelo de un nuevo orden mundial, el engagement como forma de notoriedad. Aquel momento en el que la clase intelectual descubrió que la desobediencia estaba la clave de la libertad. La resistencia en retrospectiva. La urgencia de sumarse al bando ganador en 1944, intentando además recuperar el tiempo perdido. La fascinación que el PCF ejercía en los más jóvenes, que no recordaban lo ocurrido durante los años treinta. El mito de que sólo mediante una revolución podía ver la luz un hombre nuevo fundado sobre principios estrictamente racionales. La creación del “Síndrome Vichy”: al acabar la guerra, todos estuvieron de acuerdo en que, salvo una pequeña excepción, todo el pueblo francés estuvo con la resistencia. Aquello era mentira, por supuesto. La habilidad del PCF para manipular los símbolos sobre los que se construía el relato de la liberación: resistencia / violencia / traición…El intelectual que traiciona, como Brasillach, ha de ser ejecutado. La primacía, en fin, de lo político, sobre cualquier otra clase de consideración. Algo muy importante: el positivismo austriaco apenas rozó Francia. Las grandes teorías de la ética y la filosofía contemporánea, una vez en el exilio, marcharon a Inglaterra o a Estados Unidos, pero no a Francia, dejando al ámbito cultural francés con la herencia de Hegel y Nietzsche. Una generación que buscaba filosofías para transformar el mundo, y que buscaba respuestas claras, más allá de la duda en la que la modernidad había instalado al hombre. La certeza estaba en y con el comunismo. La duda y el compromiso eran, al fin y al cabo, debilidades burguesas.


PS: El 17 de diciembre de 1952, tras el juicio contra
Slansky, [Karel Bacilek] informó al Congreso Nacional del Partido Comunista de Checoslovaquia y dijo que, ante todo, había que ser muy claro: “La cuestión relativa a quién sea culpable y quién sea inocente la decidirá al fin y a la postre el Partido con ayuda de los organismos de la Seguridad Nacional” Judt, Tony: Pasado imperfecto. Los intelectuales franceses, 1944-1956. Taurus, Madrid, 2007. Página 117

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