22.1.09

Lecturas y visiones

Toca día en Valladolid. 

Hace frío y es buen momento para actualizar algunas cosas. Estuvimos viendo la divertidísima Primera plana, que regaló El Mundo hace un par de semanas. Diálogos magníficos y humor muy bueno. Muy recomendable. Vimos también Los crímenes de la calle Morgue. Tiene poco más de veinte años y ya está envejecida. Floja, bastante floja. 

Tengo empezada La torre del orgullo, de Barbara Tuchman. Los cañones de agosto es uno de los libros que más me ha gustado en lo que llevamos de milenio (descubierto, cómo no, gracias al Círculo). La torre del orgullo analiza el mundo previo al estallido de la Gran Guerra. Va prometiendo. Ya les iré contando. Empiezo también Modernidad y violencia colectiva, libro colectivo coordinado por Beriain y en el que se escribe un buen amigo. A cómo me entra, que el discurso sociológico suele aburrirme al poco rato. Recién iniciado Berlín 1945: la caída, de Beevor. Los dos primeros capítulos muy finos. A ver cómo sigue. 

En los ratos libres me he puesto con La Administración Pública que España necesita, así como con un delicioso libro de relatos que el abuelo de Jimena publicó en los años ochenta del siglo pasado.

 

PS: Sesiones de ética de la izquierda madrileña, al contado. Busquen la noticia en el diario independiente de la mañana, a ver qué pone.

 

PD: Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año—, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y, así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; […].

 Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio […], él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio.

Cervantes, Miguel de: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Madrid, Imprenta de Juan de la Cuesta. 1605. Capítulo I

 

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