24.3.10

Disparates varios

Como buen politólogo, me manejo por el mundo con varias teorías. Algunas bastante flojas y otras sencillamente insostenibles cuando se argumentan en público. Una de ellas, acaso la más disparatada, es que en el mundo, en realidad, hay cincuenta o sesenta personas, y que todo el mundo que conocemos es una de esas cincuenta o sesenta personas que se limita a cambiar de formar y a adoptar aspectos diferentes en cada ocasión. Hoy la he vuelto a validar; tenía una reunión con un Director general. La reunión ha sido agradable, es un alto cargo bastante preparado para su puesto, y mientras conversábamos, la reunión ha durado casi una hora, yo iba pensando, joder a este lo conozco, coño es Yunix un buen amigo, ahora en las Américas: los mismos gestos, la misma cadencia al hablar. Cuando estoy reunido con gente que acabo de conocer y me estoy aburriendo, lo cual me ocurre muchas veces, pero guárdeme el secreto, desocupado lector, siempre me entretengo pensando quién de esas cincuenta o sesenta personas es mi interlocutor.

Y no fallo casi nunca, oiga usted.

PS: Mi buen amigo y seguidor furtivo de esta bitácora D. Faustino R. ha cambiado de trabajo. Y cuánto me alegro por él. Un buen puesto, vive Dios, acorde con su valía. ¡Enhorabuena amigo!

PD: La transformación de los sistemas políticos no depende de los cambios exteriores, sino del estado social: un pueblo culto es un pueblo libre; un pueblo salvaje es un pueblo esclavo, y un pueblo instruido a la ligera, a paso de carga, es un pueblo ingobernable. Las libertades las tenemos dentro de nosotros mismos: no son graciosas concesiones de las leyes. ¿Qué importa que la ley nos declare libres si estamos poseídos por vulgares ambiciones, y sacrificamos nuestra libertad y aun nuestra dignidad por satisfacerlas? Hemos adquirido el derecho de insultar las más respetables instituciones, y hemos perdido el derecho de usar una faja que, aparte de servirnos para meter en ella todos los objetos que llevamos diseminados por innumerables bolsillos, nos serviría también para conservar bien abrigado el estómago. A cambio de la libertad de las ideas, nos dejamos despojar de una libertad más bella y más noble: la de la forma; y nuestra aspiración parece hoy por hoy cifrarse en que todos los hombres, unidos en coro inmenso y fraternal, entonen un himno a la libertad, puestos previamente de frac y corbata blanca.

Angel Ganivet: Cartas finlandesas.

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