2.3.10

Tipologías humanas

Fue la semana pasada. Salí de la oficina y cogí el autobús para ir al teatro. Buenas tardes, le digo al conductor. Cuando estoy picando el metrobús se fija en el ejemplar del mundo que siempre me acompaña, hablaba de algo relacionado, para variar, con el once eme. Me siento justo detrás de él a seguir leyendo plácidamente Naciones de rebeldes. Es un varón de unos treinta años. Verbo fácil. Está de palique con una pasajera que no se sienta y con la que está en diagonal a mí. Al principio pienso que es skin, el discurso se desliza muy a la derecha del de Federico. No consigo evitar seguir la conversación, necesito silencio a mi alrededor para poder leer. Algunos tópicos: “islamofascismo”, corrupción policial, elogio de los EEUU. Pero luego el tío empieza a hilvanar más el discurso y a demostrar cierto conocimiento de la realidad: los acuerdos de Bretton Woods, las disputas entre chiíes y suníes en el Irac post Saddam, la importancia de Turquía como actor de contención del mundo islámico, el Pacto de Estabilidad… Aunque no corrige el esquema del discurso, empieza a introducir matices sutiles en lo que cuenta y empieza a demostrar, para mi asombro, cierto conocimiento que va más allá de las consignas con las que las radios de tirios y troyanos nos atizan cada mañana.
Quiso entrar en las fuerzas especiales cuando estuvo en el ejército, pero no pudo. Le hubiera gustado haber acabado en los servicios de inteligencia, cuenta. Atiende a todo el mundo con corrección y en voz alta. Me trago discretamente su perorata enterita, de principio a fin, con las dos señoras que le hacen el coro y lo animan para que se venga arriba dándole la razón a cada comentario. Llegamos a la Plaza de Canalejas. Me despido educadamente de él.
El mundo urbano, que permite conocer otras vidas sólo con escuchar discretamente. Tan lejos de lo que ocurre en la mi tierra senabresa.
Un tipo curioso, en cualquier caso, este conductor.
No entiendo cómo alguien que lee puede estar tan seguro de lo que dice.
Yo, como Ortega, sólo estoy seguro de tres o cuatro cosas en la vida, y cada noche, cuando me acuesto, suelo ponerlas todas en duda.
Y más de un tiempo a esta parte.

PD: esta tarde, cuando salga de trabajar, a especular con el arte. ¿Hay alguna cosa más placentera?

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