10.3.10

Libros de necesidad

Hay libros necesarios. Para olvidar lo que sabemos y empezar de nuevo. Para desaprender lo aprendido. Para poner en duda, cada generación, lo que creíamos saber. Como soy un hijo de mi tiempo y de esta España en la que la palabra listo tiene sentido negativo, intelectual es un insulto y libresco es una adjetivo peyorativo, nunca he sabido demasiado de la pérdida de lo que los contemporáneos llamaban la América española: los dos tópicos de siempre; que la separación era inevitable y que era un deseo compartido por todos: criollos, indios y negros.

El libro de Manuel Lucena introduce tantas dudas como matices. Como debe hacer cualquier buen libro de historia que se precie. Las verdades categóricas quedan para otros, porque con ellas no se hace historia. Fíjese lector, e imagine si el siguiente sintagma hubiera sido posible en un ensayo histórico de cualquier historiador marxista (es decir, todos) de los que han poblado la universidad española desde los sesenta: “la duración de la guerrilla realista, tan poco conocida, desafía cualquier explicación, porque no es fácil de entender su consistencia, tan poco grata a las narrativas de los nacionalismos dominantes” (página 217). Esto es honradez, sí señor.

En fin, cuatro partes bien diferenciadas y algunas conclusiones (que saco yo, no sé si el autor también): que no fue el reformismo borbónico el que hizo inevitable la separación, el complejo sistema de alianzas y lealtades en el cambio de siglo, el se acata pero no se cumple, el papel de las instituciones, la patriótica reacción de los americanos ante la invasión peninsular. El pasado tan leal a España de muchos patriotas; la consolidación de los independentistas como consecuencia de la feroz política de Fernando VII y los problemas, en fin, de consolidar un sistema liberal con personas como Bolívar danzando por allí. San Martín era el hombre, qué gran pérdida. La figura de los llaneros. El mítico y sanguinario Boves, oscurecido hoy como todos los perdedores. La lealtad al Rey de indios y negros, sabedores de la que se les venía encima si los amos pasaban a ser, además, los dueños del país. La resistencia realista en muchas zonas del territorio, sostenida mucho más por naturales de América que por soldados españoles. El ejército de mi paisano Morillo. El papelón, en fin, de Riego, que se pronunció y evitó la llegada de más ejércitos a cargo de la Real Armada que pudieron haber invertido una situación que, a la altura de 1820, distaba mucho de estar decidida.

Un buen libro, sí señor, que matiza mucho y alumbra bastante.

No deje de leerlo, desocupado lector. Le servirá de guía para todos los fastos que se avecinan, dirigidos en gran parte por políticos analfabetos, avergonzados de la historia de España y que siguen creyendo que todo lo que huela a la España de ultramar tiene tufillo franquista.


PS: […] los dos modelos seculares e incompatibles de la política latinoamericana: el caudillo carismático, ambicioso y autoritario que se ve a sí mismo como salvador de la patria, y el hombre con sentido de estado que subordina sus aspiraciones personales en aras de la legalidad y la convivencia pacífica, acaso porque intuye que los hombres pasan y las obras son las que perduran. Toda comparación es odiosa, pero mientras José de San Martín partía hacia un exilio europeo sin retorno porque no deseaba tomar parte ni partido en las guerras civiles que desangraban su país, Bolívar luchaba contra sus propios lugartenientes […] porque ninguno quiso aceptar aquella aberración de la constitución vitalicia. Sin embargo, la historia ha sido más benévola con Bolívar que con San Martín, porque la “utopía bolivariana” todavía convoca delirios autoritarios, algaradas populistas y movimientos seudolibertarios.

Iwasaki, Fernando: Republicanos, cuando dejamos de ser realistas. Algaba, Madrid, 2008. Página 89

1 comentario:

Anónimo dijo...

Corbacho, hipocresía en estado puro : http://elrinconliberal.wordpress.com/