31.3.10

De vuelta a Junín

Dos personas me hablaron ayer de mi abuelo. De mi abuelo, del nieto del auténtico Perdíu, a quien aún recuerdo tantos años después de su muerte. A primera hora fue mi acompañante en los Meleiros. Su madre era muy amiga de mi abuela y tenía muchos recuerdos de él. De cuando el ti Manuel era toda una referencia, y una autoridad, en los negocios en esta la mi, y sobre todo la su, tierra senabresa. Era un hombre alegre, un gran comerciante, todo el mundo me lo dice. Mi interelocutor me hablaba de un truco que hacía mi abuelo cogiendo un montón de papelitos, metiéndolos en la mano y soplando luego para salieran con un golpe. Y yo recordaba al rey del humo del que habla Claudio Rodríguez en uno de sus más celebrados poemas.

Luego marché al Mercado. Mientras esperaba al arquitecto, un paisano vio a mi sobrina y nos dijo: es igual que su bisabuela. Y ya nos pusimos a charlar; enseguida salió mi abuelo en la conversación. Y me habló de cuando los tres hermanos (eran tres los nietos que el legendario Pedro, aquel del maldito seas, porquénomecasaríacontigo, le dio al Perdíu, aunque el Perdidaco no llegó a conocer a ninguno de ellos) iban de caza. A por perdices. Con aquellas escopetas fabricadas en Eibar de las que aún alcancé a ver, hace diez años, una en la casa familiar de Cervantes. Y me contó algunos de los chistes que el ti Manuel contaba en el negocio familiar cuando llegaba algún cliente y con los que me topo, periódicamente, cuando paseo por la tierra senabresa.

Mi abuelo. Al que debo mi piel blanca, mis pecas interminables y al que debo, a más a más que diría un catalán, el nombre. Y como sabe a estas alturas cualquier lector mínimamente serio de poesía, uno no es sino su nombre.
Ningún interés en hacer memoria histórica al respecto. Mi abuelo. Un hombre bueno. Quién me dirá, a mi también, cómo eras y quien fuiste.

PS: “Hill ezinak dira hitzak, izan arreu, zaurituak”. Para los que, como yo, no hablan vascuence, “Las palabras, aunque heridas, no pueden morir”
PD: Para los que gustan de conspiraciones, esta es su tesis.

1 comentario:

rebolloa dijo...

Tres recuerdos me vienen en mente del abuelo. Los lunes de mercado, siempre había alguien que si estabas en al ferretería te contaba alguna batalla graciosa de él, o de como les había vendido algo. Como la vez que vendió la misma carretilla tres veces. Primero a uno de San Juan, y le dijo que mejor no se lo llevara en el momento que lo necesitaba, y a se lo subiría él mañana. Luego, a otro de Cevantes, la misma historia, y lo mismo con uno de Galende. Luego fue a donde sus hermanos, les compró sus carretillos, y al día siguiente repartió los tres.
Lo segundo que recuerdo es que le encantaban las sopas de ajo, pero ya mayor, apenas notaba la diferencia entre el frío y el calor, y siempre le parecía fría la sopa, aunque estuviera hirviendo.
El tercer recuerdo es ver la plaza de enfrente de la casa de los abuelos abarrotada de gente vestida de negro, nunca he visto tanta gente para un entierro, su entierro.