17.12.10

Ideas y creencias, precisamente en un día como hoy...

El concepto, como tantos otros en mi vida es del maestro. La diferencia entre las ideas y las creencias. Las ideas se tienen, pero en las creencias se vive. Lo que muchos no saben, no comprenden, no llegan nunca a entender, es que las creencias también cambian con el tiempo. Creo que al maestro no le dio tiempo porque murió muy pronto, aún en los cincuenta del siglo pasado; éramos todos muy jóvenes y aún se estaba poniendo en pie el Muro. Las creencias, ahora lo sabemos, no son, a estas alturas de siglo, inmutables, como no lo es la cultura. No en nuestro mundo, gracias a Dios. Por eso uno no es el mismo con veinticuatro años que con treinta y dos, ni será el mismo con cuarenta. Y es que lo que hoy, ¡ay!, parece un mundo, mañana puede parecer algo mucho más matizable.

A veces las creencias son una cárcel. Como lo es la identidad. Hay que reivindicar, para todos, un cierto sentido, trasnochado ya, me dijo una vez Juaristi, del mejor individualismo. La tarea de pensar, de leer sólo tiene un objetivo: construir una identidad individual frente a la colectiva (español, occidental, izquierdista...) en la que nacemos, y frente a la que otros nos otorgan (hijo de tal, o vecino de cual, señora de…). Luchar contra ese determinismo cultural que quiere que todos los que tenemos unas características externas similares nos comportemos igual.

Nos vamos construyendo con esfuerzo (Freud decía y también se lo debo a Juaristi que vamos poniendo poco a poco un “yo” donde sólo había un “ello”), de manera lenta, en un proceso doloroso, perpetuas crisálidas, que sólo acaba cuando envejecemos mentalmente. Y digo doloroso porque ello implica, muchas veces, poner en cuestión esas creencias que mamamos en la cocina de casa. Y ello no es traicionarse, en manera alguna. Es crecer.

Es vivir en el mundo en el que habitamos.

Y es que, me lo recordó Gregorio Morán: un hombre se parece más a su tiempo que a sus padre.


PS: "La sociedad urbana, tantas veces tan facciosamente acusada de alienación, ha liberado al individuo o por lo menos ha puesto las premisas para su liberación". Magris, Claudio: El Danubio. Anagrama, Barcelona, 2000. Pág. 348

PS: No fue domingo en las claras orejas de mi burro (perdonen a estas alturas la tristeza), como hubiera escrito Vallejo. Fue la noche de un viernes a un sábado. De manera inopinada. Y fue Manolo García el único que lo entendió: no te esperaba y el azar como una trampa te tendió en mi camino

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