Estuvimos
viendo el último concierto.
Una película hermosa. Y dura. Magníficos actores, transmitiendo la idea de un
cierto fracaso vital. No hay redención. Está muy bien Mark Ivanir, en un papel
hermético. Es grande Walken,
y envejece de una manera magnífica. Igual que es bueno Hoffman, aunque para mí se
quedó en Capote. El único barrigudo con clase del cine de Hollywood. De fondo,
la turbadora Opus 131 de
Beethoven. Sale uno del cine con
cierta desesperanza. El tiempo no nos espera y al volver la vista atrás a veces hay pocas cosas de las que sentirse orgulloso. La vida es eso, me lo dijo
aquella tarde el mítico Llorenç y yo tardé años en darme cuenta, eso que
pasa mientras tú haces otras cosas.
Luego
tocó sesión en casa. Qué bello es vivir. Y qué hermoso hacerlo en buena compañía. Es bueno compartir
lágrimas, cuando sólo son de emoción. Y ahí sigo, con esa película. Tantos años
después.
A mayores, luego me enfrenté en Scarface a un personaje en su plenitud: Tony Montana. Una película magnífica, estéticamente envejecida, pero que retrata de una manera despiadada el viaje a los infiernos, de la droga, a mayores, de un marielito cubano. Y un soberbio Al Pacino, quizá en la cima de su carrera.
A mayores, luego me enfrenté en Scarface a un personaje en su plenitud: Tony Montana. Una película magnífica, estéticamente envejecida, pero que retrata de una manera despiadada el viaje a los infiernos, de la droga, a mayores, de un marielito cubano. Y un soberbio Al Pacino, quizá en la cima de su carrera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario