Los fantasmas nos acompañan. El otro día, con el gran Emilio en la cafetería del Valle Suchil. La última vez que estuve en esa cafetería fue con el mi Lauru y con Diegu. El Andurlo era pequeño y creo que ahí le regaló la flauta. Volver duele. Duele volver a los sitios donde ya no volverás con la persona que estuviste.
Me pasa en el barrio: levantaron la calle para ampliar aceras y se ven las vías del viejo tranvía que estuvo operativo hasta principios de los setenta. Mi primer seguimiento sigue siendo comentarlo con papá, pero ya no está. El otro día en ABC, sobre el centenario del golpe de Miguel Primo, le va a gustar a papá es la primera idea que me asalta. Pero papá ya no está.
Jesús I. me contaba este verano, casi al serano ya, que no le apetece pasear por el pueblo: son muchas las ausencias ya, me dijo sereno y lúcido a sus más de ochenta y cinco años, y creo que empiezo a entenderlo.
Estamos hechos de memoria. Y cuando vas cumpliendo años te das cuenta de que son cada vez más las ausencias. Y de las cosas que te quedaron por preguntar.
La vida, que no se detiene...
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