22.9.23

De un mar a evitar a un destino soñado

A modo de conclusión, sostiene Corbin: "Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la totalidad de las playas mediterráneas provocan tristeza e incluso repulsión. A los viajeros llegados del norte no le gustan las estériles y descarnadas rocas, las ocres y pedregosas pendientes aplastadas por el sol.."

Por eso, señala Corbin, "Tendrán que transcurrir varios decenios antes que esta fatigada visión sea sustituida por otro sistema de apreciación. Para lo cual será necesario, a su vez que la relación con el sol, la arena cálida, el relieve calcáreo se convierta en seo que hoy representa para nosotros la imagen de la playa y el club de vacaciones. Lo cierto es que el aflujo de turistas a orillas del Mediterráneo es resultado de un conjunto de atractivos donde se mezcla, en una combinación hoy olvidada, la nostalgia de los tiempos antiguos, el deseo del descubrimiento arqueológico, la búsqueda de los paisajes de Rosa y Lorena, la esperanza de una curación, las dulzuras de una estancia de vacaciones en las alturas litorales y los encantos del paseo marítimo a lo largo de los promontorios refrescados por la brisa marina. El lector poco atento que desdeñe comprender todo esto podría incurrir en anacronismo". 

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