Me puse con la historia del Racing de Madrid. Un equipo de Chamberí que compitió, justo antes de la llegada del futbol profesional, con los otros grandes de Madrid: el Real, el Atleti y la Gimnástica. El equipo "chamberilero de rompe y rasga", que jugó primero en Hermosilla y luego en lo que hoy es el Paseo de Martínez Campos, en el solar de los frailes, frente al convento de las esclavas...
En aquellos años, entre los diez y los veinte, como señala el autor: "El Madrid era sinónimo de distinción. La Gimnástica, de culto al músculo. El Atlético, de la amistad de un puñado de estudiantes vascos desplazados. Frente a todos ellos, el Racing encarnó la furia desatada, envuelta en un traje democrático y popular." Cada equipo era una identidad y, quizá por ello, todos se juntaban en cafés diferentes. Así, "Mientras el Madrid se instalaba en el entresuelo del suntuoso Lion d´Or [...] y el Atlético escogía el epatante Maison Dorée (un café a la moda francesa muy del gusto de las señoras), el Racing prefirió una lechería reconvertida (Granja el Henar)."
Era un mundo en el que el ocio de masas transformó el mismo concepto de ocio. Un mundo que se abría al profesionalismo y de paso a la sindicación. El mundo de gente como Paco Bru, hoy olvidado pero que llegó a serlo todo en aquel Madrid...
Quedarse fuera de la primera división en la primera liga, la de 1929, fue demoledor para el Racing, y para muchos otros equipos...




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