29.5.13
De las patrias, que hablábamos ayer...
14.6.12
El pasado como representación (encuentros de otro tiempo)
6.5.10
Reflexiones algo premodernas
Ya tengo escrito por ahí la sorpresa que me llevé cuando, trabajando en un Ayuntamiento de tamaño medio, me explicaron cómo se organizaban las fiestas dizque del pueblo: la Administración diseñaba y la Administración pagaba. Para mí, que venía y vengo del pueblo, de La Raya, el choque fue brutal; para que se haga una idea desocupado lector en mi zona, el Ayuntamiento paga, como máximo, el 1% del coste total de la fiesta.
Viene esto a cuenta de que mañana marcho de nuevo a la Sanabria. Son las fiestas de mayo de mi pueblo. En honor, creo, de la Virgen del Rosario. Como ocurre habitualmente, varios amigos están en la Comisión de Fiestas de este año, a lo que hay que sumar que, además, mi hermana también está también de organizadora, así que no diré más.
Volvemos, volvemos todos cada año, a matar la nostalgia, a disfrutar de la primavera, a pasear por nuestra pequeña comunidad, tan premoderna, tan arcaica, tan hermosa… Volvemos, volvemos para quitarnos, en mi caso, el disfraz de consultor y convertirnos, por una horas, en el hijo de tal o en el nieto de cual: sin traje, sin portátil, solo con lo que uno es y con lo que uno hace.
Así que allí estaré, disfrutando del vermú, de la chocolatada y de los buenos amigos. Y si las fuerzas me acompañan, aprovecharé el domingo para degustar setas en el Parador.
Y, en fin, ya puestos, también les adelanto, ahora que me acabo de mudar, que si me quieren buscar cada año del resto de mi vida la tercera semana de agosto, es muy posible que me encuentren también en mi pueblo. Las fiestas de agosto. No las cambiaré. Nunca. Por nada. Ni, desde luego, por nadie. Es lo que hay.
Fiesta, amigos y pueblo: no me dirán que no es buen plan para este fin de semana
Aunque estén las cajas aún sin deshacer en casa.
PS: Mis amigos de las tierras altas que pasaron su infancia lejos de su aldea para forjarse una educación descubrieron al volver a ella que no estaban capacitados para cultivar los huertos de la familia, ya que habían perdido las oportunidades de dominar un inmenso cuerpo de conocimiento complejo.
Diamond, Jared: Colapso, por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen. Barcelona, Círculo de Lectores, 2006. Página 372.
8.12.08
Hace tantos años
1. “A nadie le es permitido transitar sin el correspondiente pasaporte fuera del radio de ocho leguas del punto en que se halle avecindado, así como en el círculo de estas no podrá verificarlo tampoco sin el oportuno pase".
2. "El que fuere hallado sin este requisito será detenido hasta averiguar su procedencia, conducta moral y política, motivo de su viaje y de no hallarse debidamente garantida su persona".
Y yo pienso, qué país aquel, que todavía a las puertas del Estado moderno, exigía a sus ciudadanos que justificaran con pasaporte cualquier viaje a ocho leguas de su residencia. Y pienso, también, cuánto disfrutarían nuestros políticos, y nuestra morralla antiglobalizadora, bañados todas en la melancolía del mundo rural, si a estas alturas de la historia se pudieran firmar disposiciones administrativas como esa…
PS: El nacimiento de la ciudad moderna fue también el nacimiento del campo como melancolía. El hombre […] añora algo. Algo que no ha conocido y de lo que en la mayor parte de los casos no ha tenido experiencia directa. La ciudad ha traído al hombre moderno una radical añoranza de origen.
Espada, Arcadi: Ebro/Orbe. Tentadero, Barcelona, 2007. Página 192.