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31.8.18

Fariña, devorado

Me puse con Fariña, de Nacho Carretero, y lo terminé a toda velocidad. Recuerdo perfectamente las historias de la Operación Nécora porque justo por aquella época empecé a comprar el periódico.

El libro parece un apéndice, en lo bueno y en lo malo, del Cero cero cero de Saviano: más local, porque se centra en Galicia, pero igual de estremecedor: las relaciones con los políticos, las querellas entre los narcos... El tráfico de drogas como elemento que vampiriza toda la economía de una zona, tal y como está pasando ahora en el Campo de Gibraltar. Es muy difícil luchar contra el dinero que mueve la droga porque los funcionarios no son héroes. Pero que se pueda escribir un libro así, demuestra que no está todo perdido...

Me pongo con la serie, ahora que está en Netflix...

30.8.17

Los opiaceos

Tremenda la serie que está sacando El País de manera regular sobre el impacto de la heroína entre la case media-baja blanca en los Estados Unidos. Casi un 2% de los norteamericanos blancos son adictos a la heroína, cuyo consumo es más accesible que el de los calmantes médicos legales. 

The Wire...

1.2.15

Ocheteando

Veo poco la tele. Supongo que ello no supone ninguna novedad para los desocupados lectores de esta bitácora. Aún así,creo que es bueno que exista una televisión pública. No una que de fútbol, desde luego, ni que emita grandes películas. No. La mía es una mezcla del Canal 33 en sus buenos tiempos y de la dos. 

Ahora que lo puedo hacer desde la tablilla, entro cuando me acuerdo en la web de Ochentéame para ver documentales de alta calidad. Programas que justifican la televisión pagada entre todos. Cosas que nunca harán los demás. El del otro día, sobre la droga, y la vida de los narcos fue espectacular. Mis primeros recuerdos de prensa escrita comprada por mí están relacionados con aquella famosa operación Nécora y con las madres de la droga

Así que se es domingo y hace frío, déjeme recomendarle que consuma un poco de televisión de calidad.

7.6.12

La cuarta, de The Wire


Acabé la cuarta de The Wire. No es una serie más. Claro que no lo es. Es, entre otras cosas, una radiografía de la complejidad del mundo moderno. De la oscuridad que a uno lo asalta cuando intenta entender las lógicas urbanas en el siglo XXI. Esta temporada, la cuarta, es especialmente brillante, porque se acerca a un tema que uno no imaginaría en una serie policiaca: la escuela. Varios amigos, compañeros de instituto, y su relación durante el curso. De fondo, una voz que, como en un tragedia griega, nos susurra al oído que todos están condenados. La lucha por sacar a los chicos de la calle, la relación entre padres e hijos, con el tráfico de droga asomándose por la esquina, un tráfico que todo lo ve, que todo lo mueve. La necesidad de ganarse el respeto de los demás cuando uno es adolescente. Pero también la necesidad de comer cuando la madre es drogadicta y nunca hubo padre. La necesidad de lavarse; de no perder la dignidad que nos hace humanos. La necesidad, en fin, de sobrevivir donde todo lo demás ha fracasado.

Una serie fascinante. Y con ganas de empezar ya la quinta temporada.



PD: Murió Bradbury, el hombre que nos enseñó lo que nos espera en un mundo sin libros. El hombre que narró con melancolía el final de una civilización. Que la tierra te sea leve.