11.7.07

Diez años atrás

Fue hace diez años. Me enteré del secuestro la noche anterior, mientras tomaba unas cervezas en el oswan. Los asesinos contaban con que la reacción fuera la habitual. Era lógico pensarlo. Hasta el secuestro de Aldaya, la sociedad española había tenido, en general, un comportamiento repugnante con las víctimas del terrorismo. En el caso de la sociedad vasca, el comportamiento había rozado, en ocasiones, el de colaboración con banda armada. Pero esta vez algo salió mal. Juaristi lo explicó, con su maestría habitual, recurriendo a la figura de Antígona. Aquellos días de julio pudieron haber sido el inicio de un magnífico cambio social en el País Vasco. Parecía posible: policías que se quitaban las capuchas, sedes de eta acorraladas por vecinos a cara descubierta, negocios etarras acosados…

Pero todo fue un espejismo. En realidad, el espíritu de ermua duró muy pocos meses. Los que el peneuve tardó en asumir que la derrota de eta podía suponer el fin de la hegemonía social de la que el nacionalismo llevaba treinta años disfrutando. Gentuza como Eguibar, Aguirre y Ollora llamaron a la puerta de eta y empezaron a fraguar la tregua trampa de Estella: “si ellos se van por el desagüe, nosotros podemos ir detrás”. El peseé duró algo más en Ermua. Durante los cuatro años siguientes; hasta mayo de 2001, pensó que podía ser una alternativa al nacionalismo; que se podía articular un discurso constitucionalista igual de legítimo y de vasco que el nacionalista. Pero se les pasó pronto. Con pachi, candidato a vicelendacari, y con los Eguiguren y tal, asumieron que lo mejor es complementar al nacionalismo, que al fin y al cabo los verdaderos vascos son los nacionalistas y no ellos.



Cita, algo extensa, pero necesaria.

En la Universidad española de finales de siglo, sólo la de Madrid podía conceder el doctorado. Así que por Madrid tenían que pasar todos los que […] sacaban el título de doctor. Por la cátedra de Giner pasaron unos cuantos alumnos catalanes. Giner deslumbró a algunos de ellos. […] Por allí pasaron algunos muchachos que luego ocuparían puestos importantes en el nacionalismo catalán de izquierdas. […]

Todos aquellos jóvenes catalanes venían a Madrid penetrados del prejuicio antiespañol. Prat de la Riba se quedó de piedra cuando, al despertarse en el tren que le tría a Madrid por primera vez, a estudiar el doctorado, no contempló el secarral estéril y desolado que estaba seguro de encontrar, sino un paisaje verde poblado de árboles. La fantasía respondía a un problema propio. Aquellos jóvenes eran herederos de la frustración federalista de la República del 73.


Marco, José María: Francisco Giner de los Ríos: pedagogía y poder. Península, Barcelona, 2002. Página 327.

2 comentarios:

Butzer dijo...

Del PNV solo se podía esperar lo de Estella. Pero no de los socialistas. Realmente, el Espirítu de Ermua terminó cuando el PSE dió la espalda a la visión de alternativa en el país vasco y tomó una postura equivocada: el PNV es el único que puede gobernar, es necesario y nosotros solo podemos optar a ejercer un papel secundario.
Saludos.

Anónimo dijo...

Que los nacionalistas tienen la cabeza como una piedra es real pero lo que todavía no se puede creer uno es que los socialistas como prefieran pactar con ETA a dejarles las cosas claras.