14.5.11

De ruta por el oeste (V)

El viajero abandona Olmedo y coge la carretera de Madrid. Va cayendo la tarde. Nuestro penúltimo destino nos lleva a lo que un día fue una villa romana. Se estaba desintegrando un mundo, el de Roma, del que todos somos hijos, y estaban llegando (luego supimos que todo era mentira) los bárbaros. La villa, erigida en el siglo IV, se hizo sobre otra anterior. Aquel mundo. Nosotros. Un espejo. Cotarelo, magnífico profesor, lamentable polemista, nos lo dijo un día en quinto y yo ya no volví a ser el mismo: somos Nueva Roma. Nada más que eso. Dos mil años después, somos Roma, con su lengua evolucionada, su derecho, su modelo de familia… sólo cambió la moral, que se hizo cristiana.

Nueva Roma aquí, en Castilla. Como en Conímbriga, donde estaban las primeras villas que conocí, hace tantos años, una tarde de agosto, efectivamente, y Coímbra resplandecía. El Museo es interesante pero el viajero va buscando los restos. La excavación. Los mosaicos. De aquí venimos. Antes de Roma no hay nada. Ni siquiera los vascos, ya lo siento. Nada. Si el hombre entra en la historia con la escritura, la península entra en la historia con Roma. Lo que queda detrás es un arcano. La nada en sentido literal. Bobadas de druidas para jipis y cosas de esas. Esos mosaicos. Al lado, se recrea una villa romana. Ideal para que la visiten los niños, pienso mientras voy de una sala a otra. Somos nosotros. Roma se desmoronó, como todos los Imperios. En la periferia del Imperio debieron de ser años raros. Llegaron las bagaudas, bandas armadas de las que poco sabemos, pero que quizá aprovecharon la debilidad imperial para saquearlo todo. Quizá también esto. Llegaron años de miedo. Ahora pensamos que la gente tenía miedo a los bárbaros, pero desde Cavafis (siempre son los poetas los que nos lo explican todo, también nuestros miedos, nuestros deseos más ocultos…) sabemos que las cosas fueron diferentes. Los bárbaros no llegaron un día. Fueron viniendo. Y aquél mundo acabó.

Abandonamos la villa, pero el viaje aún deparará al viajero una última sorpresa. Relacionada con Mi Coronel. No sea impaciente, desocupado lector…


PS: Cavafis escribió: “-¿Por qué empieza de pronto este desconcierto / y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!) / ¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían / y todos vuelven a casa compungidos? / Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron. / Algunos han venido de las fronteras / y contado que los bárbaros no existen. / ¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros? / Esta gente, al fin y al cabo, era una cierta solución.


El poema entero de Cavafis, pinchando aquí. Si no lo conoce, no deje de leerlo, desocupado lector…

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