8.12.11

El dolor y las faltas

Es el dolor. Uno lo mira en otros y cree que es capaz de aprender a convivir con él, pero siempre hay algo que a uno lo supera. Es una mañana de diciembre y hace frío mientras bajo a por el coche. Y uno piensa en Vallejo y no tiene ganas de escribir nada. Sólo tiene ganas de leer, de recordar uno de sus poemas en prosa que empezaba reconociendo que “Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera [...]”. Y uno recuerda que lo que más nos duele son los otros, que el dolor que sentimos en las personas a las que queremos nos golpea doblemente. Porque hay gente sin la que nuestra vida es incomprensible. Esa gente que sabemos que algún día se irá y en la que no dejaremos de pensar cuando escribamos, sentado en el porche del hogar, aquello de: “Hoy estoy en el poyo de la casa, / donde nos haces una falta sin fondo [...]”

Es el dolor. Y mi aterradora incapaz para comprenderlo.

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