21.8.15

La emperatriz desconocida (III)

Hay algunos paralelismos desgraciados entre Rusia y China. Países demasiado grandes que intentaron procesos modernizadors en el siglo XIX que no llegaron a buen puerto y que, en ambos casos, desembocaron al final en terribles dictaduras comunistas. La autora de la biografía de Cixí denomina a los años que transcurren entre 1902 y 1908 como la revolución Cixí, y uno se queda asombrado viendo la cantidad de reformas que se emprendieron en aquel momento y que, de haberse consolidado, hubieran cambiado para bien la historia del Imperio del Centro: en 1902 se levanta la prohibición de matrimonios mixtos entre han y manchues. Ese mismo año se toman las primeras medidas para promover la educación moderna entre las mujeres y se comienza a abandonar el tradicional sistema educativo chino, que es sustituido por otro de corte occidental. Durante estos años se garantiza la libertad de prensa, se reforma el sistema legal y se realizan acciones para convertir el comercio en algo respetable socialmente. Así, en 1903 se crea por primera vez en la historia un Ministerio de Comercio, lo que fue un trauma para una sociedad en la que los comerciantes ocupaban el último puesto en la escala social por debajo de los labradores.  

A mayores, y durante esos años, en las ciudades de los Puertos del Tratado, llegó el agua corriente, la electricidad, las facultades universitarias. 

Fruto de todo este empuje, la Emperatriz, después de enviar expertos a estudiar los sistemas occidentales, diseñó un plan para evolucionar hacia una Monarquía Parlamentaria entendiendo que los británicos habían llegado tan lejos no por la sabiduría de la Reina Victoria, sino porque las mejores cabezas del país codirigían al política con ella desde el Parlamento.

Es desolador pensar lo que quedaba de todo esto solo cuarenta años después. 

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