A Milosz los lituanos lo consideran polaco, aunque nació en la localidad lituana de Szetejnie y vivió gran parte de su juventud en Vilna. Él, en correspondencia, siempre se sintió hijo del Gran Ducado, y es que nació en un momento -inicios del XX- y en un territorio que casaba mal con la idead el Estado nación: se hablaban de manera habitual cuatro o cinco lenguas. Hace frío y me entretengo con sus textos, que siempre me han recordado tanto a la mi tierra: “Te damos las gracias en nuestro nombre y en el de nuestros antepasados / por los robles y por la áspera piel de su dignidad”.
También me interesa su relación con Vilna, su ciudad - no ciudad. La vuelta a los lugares que ya no son tuyos: “Vivir no es decoroso / así lo dice quien vuelve después de muchos años / a la ciudad de su juventud. No queda nadie / de lo que antes paseaban por estas calles…”
Vilna, la Jerusalén del Norte, que salió de la guerra con apenas una sinagoga en pie y sin judíos para habitarla.
No queda nadie
Aquella Europa en el horizonte. La mi tierra en la memoria.
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