Ortega era hijo y nieto de periodistas. Y nació, casi de manera literal, en la redacción de un periódico. Sin eso no se entiende su vida, ni su insistencia en las circunstancias. La vida como valor máximo en un país de cultura católica de resignación y espera en la siguiente vida, la ultraterrena.
Y esa relación con la verdad que contaba muy bien el otro día en La Lectura Andreu Jaume: "Bajo el nombre de verdad se oculta un problema sumamente dramático. La verdad, al reflejar adecuadamente lo que las cosas son, se obliga a ser una e invariable. Mas la vida humana, en su uniforme desarrollo, es decir, en la historia, ha cambiado constantemente de opinión, consagrando como verdad la que adaptaba en cada caso. ¿Cómo compaginar lo uno con lo otro? ¿Cómo avecindar la verdad, que es una e invariable, dentro de la vitalidad humana, que es, por esencia, mudadiza?".
No se lo pierdan...
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