Los peces no existen, de Lulu Miller. La romántica y melancólica diferencia entre el halotipo y el neotipo: una manera de intentar gobernar el caos que nos gobierna. Es interesante la vida de David Jordan, aunque ahora la juzguemos de otra manera, cómo lo persiguió la desgracia durante toda su vida, tantas muertes de seres queridos, y es interesante entender cómo su fe religiosa está relacionada con la taxonomía: hay un orden de Dios y nosotros lo vamos a descubrir, no lo vamos a inventar...
El libro cambia en torno a la mitad: la sospechosa muerte de Jane Stanford ¿por estricnina? y la eugenesia, un concepto también de origen impecablemente anglosajón, no en vano el concepto es de Francis Galton, como recuerda la autora, y es de 1883. Toda la basura nacionalista y racista de fin de siglo, también sus epígonos ibéricos, el siniestro doctor Bartolomé Robert en Cataluña y el tarado de Sabino en Vizcaya, beben de esa mierda: una raza superior no debe contaminarse con la inferior, porque en los animales esto causa degeneración. Era un discurso supuestamente científico, lo que me recuerda aquello de Ortega de que "la ciencia es aquello de lo que se puede dudar".
Comenzaron las esterilizaciones forzosas, las muertes de los débiles, y sucedieron por todo el país, cuenta la Miller. Con la oposición de la iglesia católica yanqui, por cierto. Y con datos escalofriantes: sostiene en la página 182 que más o menos un tercio de las mujeres portoriqueñas fueron esterilizadas a la fuerza por el gobierno norteamericano entre... 1933 y ¡1968!, nada menos...
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