A veces nos olvidamos de lo importante. En nombre del respeto a la diferencia, del miedo a ser tachados de eurocéntricos, de no querer resultar políticamente incorrectos, nos olvidamos de lo más relevante. Les vamos dando carrete, decimos, de manera condescendiente, que ellos tienen derecho a intentar explorar su vía. Y nos olvidamos de lo relevante.
Lo relevante, en este caso, es la ciencia. Y lo relevante es la verdad, que es lo único que en verdad nos hace libres. Viene esto a cuenta no sólo de las estrafalarias declaraciones del tal Morales el otro día, culpando de la homosexualidad a los pollos, sino también al hilo de la evidente falta de libertad que hay en estos países que constituyen territorios liberados por la izquierda. Como si la homosexualidad fuera una enfermedad, madre mía. No sé qué obsesión tienen todas las culturas antioccidentales con los maricones, quizá porque en el fondo temen serlo de manera vergonzante: aquellas palabras del tirano persa, en la ONU, descartando la existencia de gays en su país y tan bien parodiada aquí por Muchachada Nui.
No sé qué cara se les queda a los progres y a toda la gentuza que nos vende a diario que otro mundo es posible y que Europa es sólo un modelo más cuando oyen estas barbaridades. Los derechos humanos son universales, y universal es (o ha de ser) el anhelo de libertad del ser humano. Todas estas bobadas de universidades indígenas donde enseñar otras cosas, de medicinas alternativas, de chamanes y de gilipolleces no son más que bobadas. Y profundamente reaccionarias, por cierto. Como gran parte de nuestra progresía de postal, siempre tan temerosa de los avances. Que el otro se quede con su atraso y su folklore mientras que yo disfruto del nivel de vida de occidente.
PD: Este homófobo de Morales fue recibido en loor de multitud en la Facultad de Políticas, en mi Facultad de Políticas, hace menos de un año. No dejen de ver los aplausos. Esta es nuestra izquierda, no tenemos otra. Así les va. Así nos va.
Coda: ¡A mejorarse!, al menos un poquito.
PS: "Para entonces, la policía también había detenido a Giovanni Senzani, de cuarenta y dos años, profesor de criminología en la Universidad de Florencia hasta que se pasó a la clandestinidad en 1981 como líder de las Brigadas Rojas. Entre sus pecados del pasado, Senzani había recurrido a su capacidad de asistir a congresos internacionales para “señalar” a tres destacados adversarios de la extrema izquierda en el medio académico, que fueron a su debido tiempo asesinados por las Brigadas Rojas".
Burleigh, Michael: Sangre y Rabia. Una historia cultural de terrorismo. Madrid, Taurus, 2008. Pág. 292.