Ayer en Palma. En el avión leí, entre la ida y la vuelta, los Tres cantos fúnebres por Kosovo, de Ismail Kadaré, tres relatos que giran en torno a la Batalla del Campo de los Mirlos, en el verano de 1389 y que supuso el inicio de la consolidación del dominio turco en los Balcanes. Aquella batalla en la que al príncipe Lazar le fue dado elegir entre el reino de la tierra, si la ganaba, y el reino de los cielos, si la perdía. Lazar perdió y desde entonces su reino tampoco es de este mundo. Para el pueblo serbio, esta batalla forma parte de su mitología, ya que allí murió gran parte de la flor y nata de su nobleza.
Pude echar vistazo también a la prensa. El editorial del fanzine de prisa no tenía precio, tampoco uno de los titulares (“Bruselas felicita al PSOE por oponerse a una nueva regularización”). Llevo años leyendo el mundo. Y cada vez que a prisa o al gobierno (perdón por la redundancia) les da por hablar de conspiración, o de sindicato del crimen, medio consejo de ministros ha acabado en la cárcel o en banquillo de los acusados. Veremos si esta vez es diferente.
En fin, Nebrera empieza a experimentar los beneficios de dar un paso al frente en Cataluña.
Avanza la semana, avanza septiembre.
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