Llegó, puntual a su cita, el último libro del Círculo. Una antología poética. Abrir la antología de un poeta es acudir a una primera cita, es ver a alguien en toda su dimensión por ver primera; es intuir un cuerpo desnudo bajo las mantas, allá cuando mediaba el invierno porque se acababa febrero... En esta ocasión era César Antonio Molina. El hombre que no consiguió que el presidente Zapatero lo acompañara nunca al Nacional del Prado porque “tengo partido de baloncesto esta tarde majo”. El ministro más periférico en los años de su régimen. Periférico en todos los sentidos. Un hombre al que me acerqué a base de lecturas, y que me dejó desarmado cuando me enseñó que es verdad que hay lugares donde se calma el dolor. Lugares donde rezar, donde callar, donde pensar. Donde olvidar. Abrir las páginas al azar y leer despacio. Paladear los poemas en gallego, otra hermosa y dulce lengua española: saborearlo antes de leer la traducción al castellano. Abandonarse a la lectura.
Cierro el libro de golpe y pienso: lo que nos diferencia del resto de la creación no es la inteligencia, ni el dedo prensil… no. Lo que nos diferencia es la poesía. La capacidad para crear metáforas. La capacidad de escribir y entender, por ejemplo, que “siempre la claridad viene del cielo”. Nada más que eso. Y nada menos.
PS: César Antonio Molina escribió: “Lugares que me guardan de todos los regresos. / ¡Una ausencia te hace! / ¡Una ausencia te deshace!”
1 comentario:
Está muy bien esta web. Está llena de contenido muy interesante y de actualidad. Me gusta, sigue así de bien. Un saludo
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