Tiene gracia comprobar, de vez en cuando, cómo funcionan los servicios de atención al ciudadano de las diferentes Administraciones Públicas. En general son todos flojos: mal diseñados y peor ejecutados, se limitan a buscar en Internet lo que uno les ha preguntado, sin pensar que ya lo has mirado tú antes y, como no lo has encontrado, por esos los llamas.
De vez en cuando, empero, hay alguna excepción. Llamé al servicio de atención al ciudadano del gobierno vasco, buscando un documento. Sorprendente. En la primera llamada el tipo localizó en menos de cinco minutos quien podía tenerlo y me intentó pasar, pero el tipo no estaba… llame el lunes y pregunte de nuevo, me dijo amablemente antes de colgar. Lo hice, pensando que iba tener que repetir toda la consulta. Nada más lejos de la realidad. Cuando llamé, estaba anotada mi consulta, y me acabaron pasando con el tipo, un amable funcionario guipuzcoano que quedó en remitirme el documento lo antes posible.
Es curioso porque la moraleja de esta anécdota, si es que la tiene, es que las cosas pueden hacerse bien. Como hubiera dicho Dilbert, que me vigila cuando llego a casa cada noche, a veces me deslumbra “la cegadora luz de lo evidente”.
1 comentario:
La verdad, me ha gustado leer tu entrada, me hace pensar que si hay personas eficientes, pero son pocas y la gran mayoría dejar su cuerpo caer y son las que dan tan mal aspecto al funcionario.
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