27.5.12

Aquellas tragedias de leyenda...


El libro de Reverte. El objetivo de abrir el Paso del Noroeste estuvo claro durante siglos. Para las monarquías británica y francesa (sí, hubo una época, desocupado lector en la que los franceses tuvieron reyes, y no esa colección de naderías que va del ególatra De Gaulle a la bobada holandesa, pasando por colaboracionista Mitterrand o el corrupto Chirac.) el tema estaba claro. Para llegar a China el problema era que había que bordear África o América por el sur. Y si los puertos de África eran posesiones portuguesas, qué decir del Caribe, un mar español, de los virreinatos del sur del continente. La leyenda hablaba de un camino que permitía llegar al Pacífico por el Norte. Muchos hombres murieron en el intento. Hudson, el pusilánime Hudson, que arrastró con él a la muerte a su hijo de dicicocho años, tras sufrir un motín en 1611. La expedición de John Ross en 1818, los viajes de Parry años después. La tragedia de los hombres de Franklin, desaparecidos en una época en la que los medios de comunicación ya eran capaces de componer relatos completos sobre los dramas humanos. Franklin era un insensato que no había aprendido anda de sus anteriores andanzas en el Ártico, sólo así se explica que llevara copas de cristal o vajilla de plata. Un hombre que siempre pensó que los esquimales eran salvajes y que no entendía, por ejemplo, la necesidad de comer hígado de foca para prevenir el escorbuto. Franklin partió en una expedición en busca del paso cuando ya era un hombre anciano para la época, en 1845, con más de ciento veinte hombres. Ninguno regresaría con vida. Tras más de dos años sin saber nada de su expedición, la insistencia de su mujer, modelo de dama victoriana, hizo que empezaran a organizarse expediciones en su búsqueda. Más de medio centenar entre 1848 y 1859, algunas de ellas financiadas por su esposa. Su desaparición lo convirtió en una leyenda. En el héroe que parte para no volver. Un divinal Odiseo que no volverá jamás. Poemas, canciones populares. Una historia de amor imposible. Una viuda que no descansó hasta localizar sus huesos.
Finalmente, fue Roald Amundsen, quien supo aprender de los esquimales, e primer occidental que cruzó el Paso y despejó las dudas y las leyendas. Ironías de la vida, al igual que Franklin, Amundsen también acabó desapareciendo entre los hielos, en este caso en el mar de Barents, años después.



PS: Dice un personaje del libro de Reverte que “a los  hombres inteligentes sólo nos interesan las tragedias. Los finales felices los dejamos para los escritores mediocres”

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