Hay
relatos reveladores en el libro de Sosa Wagner en relación al Estado sin territorio. Cuando habla del agua, por ejemplo. Es
desesperante ver como nuestros políticos no saben de nada y les da igual una
posición que otra. Es la ventaja del analfabetismo funcional… uno no tiene ningún criterio y
por eso lo puede cambiar cuando
quiera sin ningún problema.
Está
el tema de los trasvases frente a las desaladoras. No tengo un criterio claro,
la verdad, aunque a primera vista parece más lógico coger el agua de un sitio y
llevarla a otro que esperar a que caiga al mar, desalarla y llevarla a otro
sitio, pero no es ahí donde quiero ir. A lo largo de la durísima oposición que
la izquierda dizque moderada le hizo al gobierno de Aznar, dos temas destacaron por
encima del resto: la oposición a una guerra en la que España no participó y la oposición al Plan
Hidrológico Nacional
con la cosa esa de la nueva cultura del agua
pagada con fondos públicos. El PHN contemplaba varios trasvases y así los peperos se convirtieron en
trasvasistas y los sociatas en desaladoristas.
Es lo bueno de España: con saber a quien vota alguien ya sabes su
postura con el conflicto de oriente próximo y su visión del medio ambiente de
una tacada. El caso es que mientras estuvo en la oposición Aznar se oponía a
los trasvases, y mientras estuvieron en el gobierno, los socialistas los
apoyaban (Borrell y la solución al “desequilibrio hídrico”). Cuando cambiaron
las tornas y unos llegaron al gobierno y otros a la oposición, cambiaron de
discurso sin rubor. Sin ningún complejo. Esta es la clase política que tenemos.
Y nadie se lo afeó, nadie les pidió explicaciones. Esta es la ciudadanía que
tenemos. Os da igual ocho que ochenta. Y luego os quejáis.
PS: si usáramos más las hemerotecas para
que nos tomaran menos por tontos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario