El ensayo de Luis Arroyo sobre la comunicación política y su incursión en el mundo de los erizos
y los zorros. Un buen resumen de las tesis de Tetlock y de los ensayos de Kahneman. Los erizos son
los que ven el mundo dentro de un marco coherente y tienen explicaciones para
todo. Son los tertulianos, los todólogos de mi adorado Roger. No
reconocen los errores; son obstinados y desprecian a cualquiera que matice
algo. En seguida tachan al discrepante de derrotista. O de payaso. O peor aún,
de contrarrevolucionario. Son esa gente que cuando te pregunta algo ya sabe la
respuesta y que no paran de dar lecciones en cualquier aspecto de la vida.
Frente
a ellos están los zorros. Pensadores complejos. No creen en una sola fuerza
dirigiendo la historia. No creen en la miseria
del historicismo contra
la que clamó Popper.
Creen en los matices. En la complejidad. En la dificultad.
A
veces uno se sorprende de ver a un zorro en una tertulia televisiva, por
ejemplo. Suele durar poco. No es su entorno. De la misma manera, a veces, los
erizos se cuelan en un periódico serio, y ahí tampoco suelen durar mucho.
Es
una batalla perdida. Al final, ganan siempre los erizos. Los cerebros humanos
prefieren los relatos coherentes a los relatos sofisticados. Lo más sencillo
es dividir al mundo en putas y maricones, me contó una tarde de agosto un
maestro, y Lisboa resplandecía.
Tardé
años en darme cuenta de la razón que tenía…
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