Hablaba Carmen Iglesias en su delicioso ensayo No siempre lo peor es cierto, del pesimismo existencial de los españoles. O mejor dicho, de las élites españolas. Como en parte me considero su discípulo, no puedo dejar, también, de rebelarme contra esa idea. Y no hay más que mirar la prensa. Un país exótico, dice nuestra progresía, siempre tan añorante de las fuerzas francesas de ocupación.
Pero mira uno el periódico y se da cuenta de que los males políticos son humanos, más que españoles. Ahí están los franceses, votando con alegría a la una extrema derecha patética, allá los alemanes, dimitiendo en masa por enchufar a toda la familia a cuenta del erario, acullá los luxemburgueses, con un Gran Duque a sueldo británico, y más allá los repugnantes ataques de una parte de los políticos italianos a una ministra cuya vida es un ejemplo de superación que para sí quisieran la mitad de los ladrones que pueblan la Liga Norte.
Pero mira uno el periódico y se da cuenta de que los males políticos son humanos, más que españoles. Ahí están los franceses, votando con alegría a la una extrema derecha patética, allá los alemanes, dimitiendo en masa por enchufar a toda la familia a cuenta del erario, acullá los luxemburgueses, con un Gran Duque a sueldo británico, y más allá los repugnantes ataques de una parte de los políticos italianos a una ministra cuya vida es un ejemplo de superación que para sí quisieran la mitad de los ladrones que pueblan la Liga Norte.
A veces, cuando tertulieo con mis queridos amigos socialdemócratas: el Batera, Oskarnello, Antuan, Rafarevich... no puedo dejar de pensar en los versos del catalán Joaquín María Bartrina, de plena actualidad, casi dos siglos después de ser escritos:
"Oyendo
hablar a un hombre, fácil es / acertar dónde vio la luz del sol. / Si os alaba Inglaterra, será inglés, / si os habla mal de Prusia, es un francés, / y si habla mal de España, es español".
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