10.7.20

A vueltas con la posverdad

Cierro ya con el 63 de Cuadernos de FAES. Hay una reflexión muy interesante de José Ruiz Vicioso sobre la posverdad y el populismo. Algunas notas distintivas: la postverdad no es una moda pasajera, tiene implicaciones de largo alcance. Encierra además, un contenido sustantivo y sirve desde luego a un fin determinado: socavar la confianza en la democracia representativa. 
  • Señala el autor que post-truth se usó por primera vez en 1992 por Steve Tesich en su artículo "Un gobierno de mentiras". Identifica el watergate como el momento en el que la ciudadanía empieza a rechazar las verdades que le resultan incómodas. 
  • Michael Gove como metáfora en la campaña del Brexit: "Creo que la gente de este país está cansada de los expertos".
  • En este mundo no hay diálogo porque todo es narración, todo es una contraposición de relatos sobre hechos políticamente relevantes. 
  • Lo que cambia con la postverdad es la respuesta social. La mentira tenía un coste político, la postverdad marca un proceso de despenalización -social- de la mentira ya que a una parte de la audiencia le es indiferentes si el mensaje es verdadero o no, con tal de que tenga una carga emocional suficiente. 
  • La batalla del populismo es cultural. Su finalidad no es el cambio de gobierno de una democracia representativa, sino otra democracia. Una democracia que supedita todo a la voluntad de un pueblo supuestamente uniforme, virtuoso y homogéneo

  • En fin, de nuevo Sartori: la fuerza arrolladora de la imagen se lleva por delante las "autoridades cognitivas" que durante al menos dos siglos habían moderado la opinión pública. Con la televisión, el experto pasa a ser ya insignificante.  

1 comentario:

Mandín dijo...

Hombre, el artículo es un pelín superficial. Ceñir la posverdad al así llamado populismo es muy reductivo. Las cosas son más complejas.

No tengo tiempo, sólo diré que la auténtica posverdad empieza en el s. XIII con el nominalismo. Hay bibliografía muy buena al respecto. Desde ahí Europa comienza un progresivo despeñamiento subjetivista, que pasa por Descartes, el racionalismo y la Ilustración, hasta llegar al grito espasmódico y posmoderno de “soy lo que siento”.