20.6.07

Gutiérrez

Escribió una vez el autor norteamericano de origen alemán Max Ehrmann que todo el mundo “tiene una historia que contar”. Este lunes, en Barcelona, trayecto en taxi desde el final de la Diagonal, casi en el mar, hasta mi oficina, en la otra punta de la ciudad. Me siento delante. El taxista, unos setenta años, tiene la piel oscura. Me trata de usted, cosa que me reconforta. Tiene una hablar pausado. Al pasar por la torre Agbar, de Nouvel, le comento que me fascina la arquitectura que rompe con la mediocridad de su entorno. Empezamos a hablar. Me cuenta su idea del arte. Es cubano. Me habla de la hermandad entre gallegos y cubanos. Ahora trabaja para un gallego llevando un taxi. Salió de su país en 1937. Vivió en Glasgow, Hamburgo y Londres. Ha sido marino.

¿Cómo acabó usted en Barcelona? le pregunto. Por aquel entonces vivía en Gotemburgo, me cuenta. En un viaje, una española quiso hablar conmigo. Le dije al capitán que me aburrían los grupos de amigas que querían ver el barco. El capitán insistió. Me junté con ellas. La española me dijo: “le mandaré una postal”. Me la mandó. La tiré. A las tres semanas se presentó en Gotemburgo. Su padre le había dicho que estaba loca “si es cubano y marinero, será un vago y un borracho”. Se presentaron los dos en casa del padre. Un catalán de toda la vida. “No piense que va a vivir de mi dinero”. Gutiérrez dijo: “vaya, pues yo venía a eso, como soy cubano, me gusta beber y vaguear”. El suegro sonrío y le hizo gracia el tipo. La suegra, que era alemana, no entendió la broma y se desmayó. Cuando se fueron a vivir juntos, el suegro quiso darles un piso en Sarriá. Él se negó. Prefería ir a La Mina, a vivir de su esfuerzo.

Pasaron los años. Un día, muchos años después y en San Esteban, con toda la familia reunida, el Suegro se levantó al final de la cena y dijo: “Hay que joderse, de todos vosotros (mirando a sus yernos), el único que no ha intentado vivir del cuento ha sido el charnego. Y bien que os reíais de él porque era negro y cubano”.

Ahora está con un taxi y cuida un yate. Hablamos de Cuba, de la historia, de la vida. De Cervera. De algún libro. Consigue ruborizarme “Si yo tuviera poder, que no lo tendré nunca, lo nombraría a usted ministro de exteriores, se ve que es usted una persona con la cabeza abierta”. Estamos ya en Diagonal esquina Sarasate. Pagamos. Me bajo. Le doy la mano. “Suerte”, es lo único que puedo decirle. El taxi se pierde avenida arriba…

5 comentarios:

Baba O'Riley dijo...

Internacional Perdiu.
Reconfortante historia, aunque estoy seguro que el tipo en cuestión era anticastrista, porque si no no me explico ese halo de contenida admiración que desprende su misiva. ;-)

Butzer dijo...

Esta es la gente que conviene tomar como ejemplo. Luchadora y a la que no le han regalado nada.

Admin dijo...

Las historias más maravillosas son las cotidianas aunque muchas veces se pierdan porque no le damos importancia.

Contemos nuestra historia para demostrarnos que, algún día, existimos.

Anónimo dijo...

Interesante historia. Yo también soy anticastrista, aborrezco tanto el fascismo como el comunismo. Son lo mismo.

El Perdíu dijo...

Si esta historia tiene una moraleja es que en los lugares más insospechados, puede uno encontrarse con personas que tienen algo interesante que contar. Que detrás de ese taxista hay una persona; detrás del panadero, hay otra; detrás de esa persona que vemos en el metro, también una historia…
Baba, no hablamos de política en ningún momento, aunque como me pareció una persona inteligente, la imagino antricastrista ;-)
Búster, totalmente de acuerdo
Admin; moriremos, si es que hemos nacido