Cretinos, muertes y legitimidades

La forma en la que una persona muere no añade valor a su trayectoria vital anterior. Que a Allende lo asesinan los militares al mando de un tipo tan siniestro como Pinochet no convierte en mejor su desastroso gobierno. Que a José Antonio lo fusilaran no mejora su trayectoria como señorito creador de un partido fascista. Viene esto a cuento de la que se montó porque Vidal Quadras, uno de los políticos españoles más inteligentes, hizo algunos comentarios despectivos sobre Blas Infante, al que llamó cretino. En la misma tertulia, describió a Sabino Arana como un psicópata. Como de esto segundo hay pocas dudas, me centraré en el primer caso.
El actual Estatuto de Autonomía de Andalucía (ese que fueron a votar nada menos que un 36% de los andaluces) considera, entre otros dislates, a Infante como padre de la (¿?) patria andaluza. Lo que no señala el Estatuto, ni aparece en el discurso público en Andalucía (tan fuerte es allí el pensamiento único) son algunas circunstancias sobre Infante que merece la pena reseñar y que tomo, en gran medida, de un artículo publicado por Gustavo Bueno en El Catoblepas en febrero de este año.
Blas Infante era musulmán. Lo cual no es ni bueno ni malo, pero tengo la sensación de que muchos de los andaluces a los que se les llena la boca insultando a Vidal Cuadras no saben este dato. Su conversión a la fe del Islam tuvo lugar en 1924, cuando contaba con casi cuarenta años. Busquen el dato en esta página, búsquenlo. Que los políticos andaluces consideren que el padre de su (¿?) patria es un musulmán me parece un hecho bastante significativo.
El pensamiento político de Infante, pobre como el de todos los nacionalistas de la Restauración, es una mezcla de chorradas esencialistas (Sénera no era andaluz, no sé cómo habrá que explicarlo, igual que Viriato no era zamorano ni Trajano español) y estupideces ahistóricas (el andaluz no es pueblo milenario, como tampoco lo es el catalán o el español) que han sido recogidas con alegría y desparpajo por las lumbreras que parieron el estatuto de autonomía, cuyo preámbulo es una hermosa mezcla de analfabetismo y desconocimiento histórico a partes iguales.
Que a Infante lo mataran los falangistas de manera ominosa al empezar la guerra civil no mejora la calidad de sus escritos ni incrementa la validez de sus estupideces. La muerte de Infante fue un drama y una salvajada, sin duda, como lo fueron la muerte de tantos y tantos españoles de uno y otro bando.
Pero sus ideas políticas eran las de un cretino. Eso, sin duda. Pretender que se pueden encontrar las soluciones a los problemas de los andaluces en las recetas de la época del califato es ser un perfecto gilipollas.

PS: Es menester hacer notar que la nacionalización de la población no era un fenómeno ni natural ni muchos menos irreversible, sino que se trataba de un proceso de adoctrinamiento y disciplinamiento social con unos actores perfectamente determinables. […] lo que resulta importante destacar es que las pretensiones de nacionalización de la vida pública no eran ni mucho menos un deseo anhelado por las masas populares.
Sosa Wagner Francisco y Sosa Mayor, Igor: El Estado fragmentado. Modelo austro-húngaro y brote de naciones en España. Editorial Trotta, Madrid, 2007. Página 120.