9.9.11

Pasados, legajos y placeres...

Era La Casa del Barrio. Ahí empezó a fraguarse una parte de los orígenes de mi familia. Era Isidro. Mi tatarabuelo. Era arriero, creo. Y había muerto ya en 1903. En 1886 un vecino lo sometió a juicio. Duró más de cuatro años. Por unas entradas. El juicio en realidad era contra su mujer, Margarita, y contra la hermana de ésta, Isabel, pero en aquella España quienes representaban a sus mujeres eran sus maridos y fueron ellos los que litigaron, porque ellas se dedicaban únicamente “a las labores propias de su sexo”. Ello me lleva a barruntar que La Casa del Barrio venía de parte de su mujer, una San Román, que la había heredado a su vez de su padre, Miguel San Román, un Miguel de quien nada sé, únicamente que ya había muerto en 1871.

Aún no he acabado de comprender el sentido del pleito, pero creo que se dictó sentencia en 1890. Mi padre me acompañó y me enseñó la entrada objeto de litigio. Uno de mis paseos favoritos en el mi pueblo es salir por el barrio hacia la Llagona y de ahí tomar el camino, cruzando el río, que me lleva a San Miguel o al pueblo de los que trabajaban el cobre. Un camino ideal para hacer en septiembre, cuando la luz empieza a ser más suave que en agosto y aún no hace frío.

El placer de descifrar estos papeles. El placer de señalar con el dedo, bajo la luz, una palabra inescrutable. El placer de ir atando cabos; de sonreír satisfechos tras cuadrar algún nombre, tras descifrar una fecha. Tantos placeres, en fin, que comienzan por el placer de compartir.


PS: hablando de placeres, tras una semana de un esfuerzo delicioso, cansancio incluido, esta tarde un buen amigo dicta una conferencia preparada a cuatro manos en el Mercado del Puente. A las siete, en los bajos de la oficina de turismo. Si están por la zona, no falten…

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