10.2.12

1980, documental

Aquellos años. Yo era aún un niño, pero ya me iba enterando de las cosas. Los muertos. En la televisión, a diario. El miedo. También en Madrid. Bombas. Asesinatos. Mi padre era taxista y algún conductor suyo era policía nacional. El miedo de montar de mañana en aquel coche. Humo. Miedo. Se iniciaba una década y el nacionalismo cruento vasco mataba como quien sale de caza con una escopeta de postas. Mataban y huían, como las ratas. Eran, siempre lo fueron, unos mierdas: lo peor de unir el nacionalismo con la izquierda. Analfabetos excitados con esa superioridad que da imaginarse que uno es mejor porque no se apellida García, o porque no nació en Palencia. La raza, otra vez.

Volví a darme de bruces con aquella realidad años después. Acababan los noventa, Hornuez y yo éramos jóvenes y a mí me tocó ayudar a un amigo. Tardes en la Nacional. Documentando. De nuevo aquel año. Los periódicos, a diario. Un muerto tras otro. Un goteo inacabable. Historias. Mi padre había vivido allí, en aquel Baracaldo en el que también asesinaban. Mataban a los taxistas, a los dueños de los bares, de los estancos. Fue cayendo un manto de silencio y de oprobio sobre las provincias vascas. No preguntes. No hables. No contestes. Las cosas tardaron en cambiar. Al menos, hasta el secuestro de Julio Iglesias Zamora. La respuesta valiente capitaneada por Gregorio Ordóñez. El lazo azul. Y sobre todo con la muerte de Miguel Angel Blanco. Nada volvió a ser como antes. Un gobierno decente los acorraló y resarció a las víctimas, nada que ver con la cadena de traiciones que vino después.

De aquellos años sólo se acuerda un hombre. Al menos públicamente. Arteta ya nos contó trece historias entre mil. Nos contó también su lucha contra el olvido, con el proyecto Leize detrás. Ahora vuelven con un nuevo proyecto. Contar aquel año. Aquel maldito 1980. Nadie los ayuda, se ve que los gobiernos han de gastarse el dinero del contribuyente en cosas más serias, tanto tirios como troyanos. Por eso nos piden ayuda. Es muy sencillo. Vale con poco.

Yo ya he contribuido. Que cuando uno predica, lo mejor es hacerlo con el ejemplo.

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