Contradicciones. Nos hacen
humanos: no creo que un tiburón o un rinoceronte las experimente. Las mías son
muchas. Algunas estúpidas. Otras lamentables. Ahí voy yo, un día como hoy, sentado
en la Bodega, con mi agnosticismo, con mi falta de fe en el más allá, con mi
ciega defensa de la individualidad, con mi prevención ante el territorio, con
mi desconfianza ante las identidades...
Ahí voy yo, con un liberalia
en la mano, viendo disfrutar a la única mujer que seguirá de mi parte, seguro,
cuando mi madre ya no esté. Y viéndola disfrutar pienso en lo fascinante que es
el concepto de hermano, esa parte de tu vida que no eliges pero con la que te
une un vínculo más fuerte de lo que quizá nunca hayas pensado.
Y viéndola disfrutar levanto mi
copa para brindar por el ti Manuel y el ti José. Allá donde estén,
brindarán conmigo porque una de sus nietas ha elegido celebrar uno de sus
cumpleaños más importantes en la tierra donde ellos están enterrados.
Y recuerdo a Torga. Siempre Torga. Nosotros también
venimos aquí a
recibir sus órdenes, aunque en el fondo sepamos, con
Joyce, que la historia es una pesadilla de la que
llevamos décadas intentando despertarnos.
Apuro el vino; disfruto mis contradicciones.
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