21.11.12

No me han quitado estos labios...


Voy leyendo los culturales con retraso. Venía en el del abecé un interesante artículo de Anna Caballé sobre Contra toda esperanza, las memorias de Nadiezdha, la mujer de Osip Mandesltam que acaba de publicar Acantilado. No dejo de asombrarme cada vez que me acerco al horror nazi o comunista de los años treinta del pasado siglo. La historia es conocida: Osip dedica en 1934 un poema al montañés del Kremlin una forma como otra cualquier de conocer al padrecito de los pueblos, y ahí empieza su calvario, un calvario que finalizará en Kolymá, quién sabe en qué punto exacto, en 1938. Las memorias de su viuda narran aquellos últimos años de horror. Y me interesa el artículo de la Caballé porque remarca algunas cosas que aquí se suelen pasar por alto, como que las campañas de terror contra los intelectuales empezaron con Lenin, no con Stalin. Un Lenin que los definió una vez como la mierda de la nación. O que el terror soviético fue, a diferencia del nazi, un terror que no diferenció entre sus víctimas convirtiéndose por lo tanto  en un Estado que luchaba contra su propio pueblo: “dadnos al hombre y os daremos la acusación”, como decían los siniestros agentes del NKVD.

Y al fondo, el recuerdo de los que no se doblegaron. Aquellos que, como Mandesltam, pudieron decir hasta el final “no me han quitado estos labios que se mueven”.

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