25.7.06

Organismos fascistas

Una de las cosas que caracterizaba la (pobre) construcción ideológica del fascismo italiano, era el encuadramiento de la sociedad en unidades orgánicas por encima del ciudadano, que interactuaban con el Estado en representación, se suponía, que de aquellos. Este afán de encuadrar en corporaciones se veía en las Cortes Franquistas (donde no estaban representados los ciudadanos, sino corporaciones como los sindicatos o los municipios), en los intentos de Primo de Rivera de perpetuar el régimen (Asamblea Nacional Corporativa), o en las creaciones del fascismo italiano. Por ahí iban también las adhesiones municipales al Plan Ibarreche.

Desaparecido el fascismo como forma política, más allá del espantajo agitado convenientemente por la izquierda, perviven en las sociedades democráticas algunas de sus (monstruosas) criaturas. Son fáciles de reconocer. No sirven para nada (tienen que ser oídas pero no pasa nada si no se les hace caso), sus miembros cobran y, de vez en cuando, sacan algún informe que nadie lee. Su capacidad para sobrevivir, crecer y multiplicarse, es fascinante.

Como ya estaban en el Estado, han seguido estando, y se han instalado, además, en las Comunidades Autónomas. Son los, vg, Consejos Económicos y Sociales, los Consejos como el Escolar del Estado, los de Formación de las Comunidades Autónomas, los de Agricultura, los de Juventud, los de Mujeres… Representantes que no son de nadie (en el Escolar del Estado hay representantes de los padres de los alumnos, del PAS, de los alumnos... elegidos habitualmente por cooptación y que no representan absolutamente a nadie...) y que disfrutan el cargo como una sinecura...

En esta línea de fascistización hay que ver una parte del espíritu del estatuto recientemente aprobado por una parte del censo en Cataluña. Reconocer derechos a las mujeres, a los viejos, a los niños o a los zurdos es una perfecta memez. Todos ellos tienen derechos como ciudadanos y sólo en cuanto que tales.

Parcelar la ciudadanía.

Considerar que una persona es, antes que ciudadano, mujer, o viejo, o joven, ataca de un modo oscuro y sibilino el ideal ilustrado que a todos nos garantiza la libertad. Porque si nos creemos que una mujer es antes mujer que ciudadana, quizá algún día alguien pida para ella derechos que no sean los derechos del ciudadano. O que, directamente, vayan contra sus derechos como ciudadana. Y tal vez entonces sea demasiado tarde para callar.

Parcelar la vida pública. Construir monstruosas corporaciones. Alejar al ciudadano del poder.

Demanda típicamente fascista.

Típicamente postmoderna.

PD 1: “Socialistas de todos los partidos”, clamaba Hayek, contra los políticos del siglo XX

PD 2:“El más frío de todos los monstruos fríos”, predijo Nietzsche del Estado que se nos venía encima.

1 comentario:

Rome dijo...

Aquí nadie es fascista sino se es fascista, por favor. Que no sea yo el que tenga que recordar tu recurrente párrafo sobre Alicia respecto a que quien manda es quien nombra.

Basta ya de utilizar la palabrita para memeces como los consejos escolares que ni si quiera son convocados o como los consejos económicos y sociales, que rara vez son escuchados.

Comparar esos consejos consultivos con la sociedad de los tres tercios es un juego frívolo, perdíu.

Pero al lío. No voy a insistir en que parece fascinante que alguien defienda que las mujeres no están mermadas en sus derechos como ciudadanas por el mero hecho de que sigan muriendo 100 al año a mano de sus parejas. Eso, que debería avergonzarnos, se tiende a minimizar simplemente por no renunciar a ciertos principios teóricos que dicen que todos somos iguales. Y si la realidad no se ajusta al principio, peor para la realidad.

Pue sí, en España mueren cerca de 100 mujeres al año asesinadas por sus parejas hombres.

Y no al revés.

Por lo tanto, las mujeres en España no tienen los mismos derechos reales (que sí formales) que los hombres. Sin mencionar la igualdad en el trabajo o en el hogar.

Pero tú y yo sí tenemos plenos derechos en nuestra condición de hombres.

Pensar que mañana no va a haber más muertes con la intervención de los poderes públicos, puede ser ingenuo. Pero pensar que no va a haberlas sin la intervención de estos y una nueva legislación, es de cínicos.

La sensación que empiezo a tener es la de que el buen liberal es aquel que puede opinar sobre todo aquello que sólo le afecta tangencialmente.

Lo de siempre, por encima del bien y del mal.