25.6.12

La librería, como si fuera un ensayo de Borges


Aquel poema de Borges: Las cosas. Un poema fascinante, por lo que cuenta, y por lo que esconde. Yo tengo una biblioteca, desocupado lector, que, como quería el polígrafo argentino, “no sabrá nunca que me he ido”. No le he hablado de ella porque, frente al tópico, soy pudoroso hasta el extremo. Tiene cinco o seis baldas. En cada balda entran, en función del grosor, entre diez y doce libros. Esto me da, incluso siendo de letras, entre cincuenta y setenta libros. Si muero anciano, esa biblioteca será la que me defina. Si alguna vez intereso a alguien, en otra vida, en otro mundo, sólo tendrá que leerse esos libros para hacerse una idea cabal de quien fui. La estantería va mediada, debe de haber unos veinte o treinta ejemplares. No dejo entrar a cualquier libro, porque los que llegan, se quedan para siempre. Son los únicos libros que presto con mucho cuidado y que reclamo siempre de vuelta. Casi todos son ensayos, claro, los papelillos siguen siendo, salvo excepción, pasatiempos para niños. Cosa menor.  

En mi librería  puede uno viajar de la Bizancio medieval  a la Europa de la postguerra, y preguntarse por el futuro de la democracia o por los peligros del totalitarismo mientras visita toda África antes de viajar a Tartaria

Allí, en fin, puedo conversar con Kaplan, mirar de frente Johnson, escuchar Magris, aprender de César Antonio Molina, llorar a Judt, asentir con Popper, viajar con Zweig o Espada o quedarme deslumbrado mientras Juaristi me habla de la Cueva de Hércules. Todos ellos viejos amigos, más allá del tiempo y del espacio, como siempre quiso el Señor de Montaigne, aquel hijo de un judío español…

Y es que la libertad, lo dijo Margarit, no es más que una librería…



PS: Oído en Santander, palabras de Lamo, en un  estudio de la Ortega sobre la España actual. Un pulso a la realidad de un país ...

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