Llegué
a La
Montaña. Como en un bucle. Un motivo similar, la UIMP,
el mismo hotel, el mismo paseo. Pero esta vez las cosas eran verosímiles. Es lo
más sano. Lo que es creíble se digiere bien. Lo que no, cuesta trabajarlo y el
cuerpo te lo acaba cobrando. Luego en el curso, todo fue razonable. El placer
no sólo de escuchar a viejos maestros, como el profesor Benigno
Pendás, siempre lúcido, siempre inteligente, sino
también de poder compartir con ellos un rato de charla y conversación, tanto en
el Palacio
como en el aeropuerto. De los escritos del profesor Pendás viene mi querencia
por las frases secas, cortadas de manera abruptas por puntos seguidos
imposibles. El estilo uno lo hace aprendiendo de los que saben.
La
predicación, sobre la necesidad de la claridad. Me obsesiona, en el ámbito
público, la claridad. Saber qué significa una cosa y qué significa otra. Un sintagma no puede significar
quince cosas a la vez. Si perdemos el lenguaje, lo perderemos todo. Cuanto más
embarullado sea todo, mejor para el poder, y peor para nosotros.
Francotirador,
al fin y al cabo.
PS: ochenta años de padre. Qué privilegio. En todos los sentidos
No hay comentarios:
Publicar un comentario