23.9.14

Otra diada, decía

El nacionalismo como ausencia de libertad, decíamos ayer. No sé porqué nos empeñamos en combatir los mitos con los que los nacionalistas nos golpean a diario: la fe no se razona. La guerra de sucesión, por ejemplo: no lo fue de secesión. Ni siquiera fue una guerra civil española. Ahí estuve, aprendiendo de Carmen Iglesias. para que sea civil, ha de haber voluntad de acabar con el otro, al que se le niega el carácter de compatriota. No fue una guerra que durara catorce años. No fue una guerra en la que la heroica Cataluña resistiera contra el imperialismo español. Fue una Barcelona dominada por clérigos fanatizados. Una ciudad en la que los resistentes se comparaban con los macabeos, una sociedad aún en pleno barroco, y que sustituye a Villarroel por la Virgen de la Merced cuando aquel dimite. 

Pero ya digo que no tiene mucho sentido combatir el nacionalismo, cualquier nacionalismo, en ese terreno. Las claves son otras. Hay que cambiar el marco. ¿Por qué hay que volver a 1699? ¿Quién dice que los catalanes vivirían mejor en ese modelo que en el actual? Aquellos catalanes, y su modo de vida, ¿han de mandar sobre los actuales? ¿Qué legitimidad tiene aquella Cataluña clericalizada en relación a la democrática de hoy? ¿Por qué no volver a la de 1810, con la Gerona inmortal?, ¿O a 1525?. ¿Quién marca la fecha de vuelta? Y sobre todo... ¿por qué hay que construir el presente siendo esclavos del pasado?

1 comentario:

etrusk dijo...

http://etrusk.blogspot.com/2014/09/el-liberalismo-y-la-independencia.html