15.2.07

Las leyes son cosa de juego

La figura del Defensor del Pueblo, que nuestro poder constituyente introdujo siguiendo la tradición nórdica, está regulada en España (perdón, quería decir en el Estado español) mediante la Ley Orgánica 3/1981, de 6 de abril, del Defensor del Pueblo. Según la Constitución, se trata de un Alto Comisionado de las Cortes Generales, designado por éstas para la defensa de los derechos fundamentales, a cuyo efecto podrá supervisar la actividad de las Administraciones públicas.

Entre las competencias que el legislador asigna al Defensor del Pueblo figura, en el artículo 29, la de presentar recursos de inconstitucionalidad ante las leyes que aprueben las Cortes. En este sentido, y según su saber y entender, atendiendo además a las peticiones que le formularon algunas asociaciones y particulares, el Defensor del Pueblo recurrió diversos preceptos de la Ley Orgánica 6/2006, de 19 de julio, de reforma del Estatuto de Autonomía de Cataluña, considerando que dicha ley lesionaba derechos fundamentales de los ciudadanos de Cataluña. El Tribunal Constitucional admitió dicho Recurso y éste se encuentra en trámite en dicho organismo

Hasta aquí, todo normal. Y así debería ser en un país que tuviera una clase política algo menos analfabeta que la nuestra. Ayer, en el Congreso, los diputados de la izquierda extrema que padecemos intentaron “reprobar” y promover el cese del Defensor del pueblo, supongo que amparándose en el artículo 5.4 de la Ley del Defensor del Pueblo, que señala, como causa de cese del titular el “actuar con notoria negligencia en el cumplimiento de las obligaciones y deberes del cargo”.

Es decir, para nuestra izquierda montaraz y poco afín a la democracia burguesa, recurrir legítimamente una ley legítima, aprobada por un parlamento legítimo es “actuar con notoria negligencia”. Para esta pandilla de indocumentados, lo que ha hecho el Defensor del Pueblo, que ya luchaba contra la dictadura cuando la mitad de ellos no había nacido y la otra mitad se no se había convertido aún en antifranquista-de-toda-la-vida, es “torticero”, “extravagante”, o “una tropelía”.

En fin, que no se tome la anécdota como categoría, no me estoy refiriendo en concreto a que la norma recurrida sea el (desastroso) Estatuto de autonomía catalán. Me da igual que hubiera sido la LOU del pepé y que los faltones hubieran sido los diputados populares… Instituciones como el Defensor del Pueblo están para vigilar de cerca al poder. Para, dentro de las reglas del juego, denunciar lo que no le parezca bien. Lo que no vale es intentar cargárselo a mitad del partido porque no nos gusta lo que hace.

Así que toda esta izquierda, agreste y extrema, debería celebrar menos plenos como el de ayer. Algún día el pepé, si no lo ilegalizan antes, volverá al poder. Y el día que quiera echar a un defensor del pueblo por haber recurrido una ley aprobada por ellos, la izquierda, so pena de hacer el ridículo, no deberá protestar demasiado, porque ella abrió el camino.

En fin, de vez en cuando recuerdo aquel párrafo de Azaña cuando hablaba del problema español:

Como no hay ideal nacional, vivimos en castas: unas odian, otras temen; unas devoran su furia, otras explotan a los furiosos y así estamos, arma al brazo, esperando la hora de destrozarnos.

Nadie cree posible que su derecho se respete; nadie se cree obligado a cumplir con su deber; las leyes son cosa de juego y el fabricarlas una diversión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De vergüenza ajena es esta izquierda que padecemos, no todos, hay gente honorable, ¿pero dónde se han metido? Que bien estaría que alguien desde la izquierda dijera algo, porque a la derecha enseguida nos ponen lo de extrema y a callar.
En el último programa de Dragó, las noches blancas, decía un señor sin inmutarse y refiriéndose al pesoe de los años 30, que era compatible ser demócrata y marxista.
Recuerdo un artículo de Benigno Pendás que se titulaba “Otra izquierda es posible”, pues eso, a ver si es verdad.