El haz. Diez años, decíamos, de la
muerte de Pagaza. Y ahí está el estremecedor
artículo de su hermana, comentado por Santi
González en su bitácora, a cuenta de la persona que lo asesinó cuando,
desarmado, desprevenido, desayunaba en un bar de su ciudad.
El envés. La lúcida
reflexión de Savater, a cuenta de la incomodidad que las víctimas provocan a la progresía vasca y española. Los mismos que quieren abrir tumbas de hace
setenta años y juzgar a los que murieron hace cuarenta, consideran de mal gusto
que se persiga a los asesinos aún vivos y que sus colegas y cómplices sean
expulsados del juego democrático.
Es
lo que hay. Una parte de lo que nos pasa está relacionado con el nivel intelectual
y discursivo de la izquierda española. A veces, cuando veo a mis caros amigos socialdemócratas,
no puedo dejar de pensar, con el romancero, aquello de “¡Dios, que buen
vassalo!¡Si oviesse buen señor!”
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