Pero
en efecto, hay otro factor a tener en cuenta en el caso del aterrador cierre del tren que une La Puebla de Sanabria con Valladolid y que yo tomaré esta
tarde por última vez. El uso de la infraestructura. Los ciudadanos no se dan
cuenta de que si los derechos no se ejercen, el poder se los acabará limitando.
O suprimiendo. ¿Pero cómo explicar esto en un país de free-riders dónde todo el mundo cree que robar al común es éticamente aceptable.
A
veces tengo la sensación de que predico en el desierto, es verdad. Pero no me
canso de repetirlo: es importante usar los transportes y los servicios públicos
en sitios rurales y periféricos porque sólo el uso legitima su defensa: no hay
que desviar el correo a Madrid, porque algún día no habrá cartero. Hay que hacerse
usuario y utilizar de manera habitual la biblioteca local, darse de alta como residente temporal en el
Servicio de Salud…
A
mayores, pienso lo mismo con los servicios privados. Me parece lamentable
(desde el respeto moral, está claro) esa opción de ir con el coche cargado
desde la ciudad. El comercio mantiene la vida de estos pequeños pueblos. Son
más caros, claro que son más caros: ¿De verdad alguien piensa que un pequeño
comerciante tiene la opción de comprar la mercancía al precio al que lo hace
Carrefour?
Cuando
uno se acostumbra a vivir en la renuncia, en la miseria, acaba viviendo con
miedo. Ya nos lo enseñó, yo era aún un niño, Roy Battly, una
madrugada lluviosa en Blade Runner:
Vivir
con miedo.
En eso consiste ser esclavo.
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