11.4.25

Lecturas centroeuropeas (IV)

A vueltas con el libro de la Monmany, sobre la literatura de la Europa central. Más autores. Seguimos con el bosnio Faruk Sehic, “soy cronista de una era perdida, hundida, de un tiempo calcinado. Hablando de su ciudad, Bihac, y de la armonía religiosa de su infancia señala que “hubo un tiempo en que eras diferente […] Nadie prestó atención a eso porque entonces aquella armonía parecía un regalo de antepasado olvidados, aquello se daba por sentado. La gente vivía sin historia y fuera de la historia. Pero ahora eres una ciudad fantasma. Su intento de luchar contra la “erosión del tiempo”. Se declara harto de la guerra y proclama “quiero huir al mundo idílico de mi infancia en el río Una"

Maja Haderlap, de la Carintia austriaca poblada por eslovenos, hablando de un mundo de “sociedades rurales, de férreas identidades y de devociones y costumbres propias, encerradas en sí mismas, que marcarían desde muy pequeños, con sus relatos, con sus historias oídas, sus fantasmas de la guerra y sus obstinadas fidelidad a los suyos, a los nacidos en esas zonas

El bosnio Velibor Ćolic y la importancia de poner nombre a los muertos, a todos los que murieron siendo ciudadanos anónimos. Contando la historia de “sitios con demasiada Historia, que nunca serán un lugar tranquilo y anónimo como Liechtenstein." 

Danilo Kis y la tumba para BorisDavidovich hijo de un padre ausente, Eduard, deportado a Auschwitz en 1944 de donde nunca regresó. Cita al húngaro Horváth que en 1934 escribió “soy la típica mezcla de la monarquía austrohúngara, que en paz descanse: al mismo tiempo húngaro, croata, eslovaco, alemán, checo y si empezara a husmear entre mis antepasados y a someter mi sangre al análisis -una ciencia muy de moda hoy en día entre los nacionalistas- encontraría allí como en el cauce de un río, rastros de sangre rumana, armenia y quizá gitana y judía. Yo, sien embargo, no reconozco esta ciencia del análisis espectral de la sangre […] un análisis que se lleva a cabo preferiblemente de forma especular y primitiva, con cuchillo y pistola". 

A Márkov lo asesina la inteligencia búlgara  el 7 de septiembre de 1978, el día del cumpleaños del dictador Zivkhov. Putin tuvo buenos maestros...

El húngaro Borbély, que dejó escrito que "tanto en Polonia, como en Hungría, y en ambas importantes literaturas del dominio centro europeo, los poetas a menudo adquirirían el estatuto de héroes populares. La gente se sabía de memoria, y lo repetiría en cualquier ocasión, los más famosos versos de grandes poetas de la historia, con los que se identificaba el sentimiento colectivo, Sándor Petőfi, en el caso húngaro Adam Mickiewitz, en el caso polaco..."

Sus reflexiones sobre aquel mundo de campesinos en la Europa central que "Consideran judío a todo aquel que usa su cabeza. Quien es más inteligente que ellos es judío. En cuanto se percaten de que un niño es listo, enseguida le dan pan con aguardiente. Le dan vino con azúcar para atontarlo. Para que no abandone a sus padres cuando estos envejezcan. [...] Los campesinos mueren donde nacen. Son como las plantas. No saben qué hacer con ellos mismos, para ellos judíos es todo aquel que no muere donde nace. [...]Los campesinos aman la vida, inmóvil, a la que están pegados, aborrecen los sueños, la esperanza de una vida mejor.

Y en fin, hablando del gran Andrujovic, cuenta Milosz al comienzo de su libro Mi Europa, que "viniendo de aquella regiones nebulosas, de las que claramente hablan los manuales y los libros, cada vez tenía que volver a empezar desde el principio; aunque sea difícil o doloroso, explicar quién soy, hay que intentarlo."

 

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