22.10.07

Perder para ganar

Acabo de devorar un libro delicioso. Los antimodernos, de Antoine Compagnon, editado, como no, por el Acantilado. Aquellos modernos que lo fueron a regañadientes (Chateaubriand), modernos decepcionados que no llegaron a dejarse seducir por el discurso de la modernidad. El ensayo muestra realidades y matices sorprendentes. Antimodernos, que no reaccionarios. Sus reservas ante el sistema democrático (Claudel), su componente anti-ilustrado y anti-revolucionario. Los primeros en ver que no hay “tablas rasas” sobre las que construir “hombres nuevos”. Su lucha contra el “progresismo ingenuo”. Su carácter de anticuarios, más que de científicos. Su acendrado pesimismo. Casandras inútiles. Su defensa encarnizada de unas causas que no sólo sabían perdidas sino que, además, eran plenamente conscientes de la imposibilidad de su éxito. Los cambios de época sin vuelta atrás. Los hombres de lo inacabado. La irreversibilidad del tiempo. La decadencia. Su fascinante relación con un romanticismo siempre antiburgués, primero por aristócrata y luego por liberal. El romanticismo, quizá la huella más perdurable de los antimodernos. La nostalgia del pasado. Su dandismo. Sus polémicas a gritos y su lenguaje escandaloso. Francotiradores al fin y al cabo
En fin, los antimodernos.
Los modernos en libertad.
Fascinantes

PD: Baudelaire escribió en Le Gateau: “La creencia en el progreso es una doctrina de perezosos, una doctrina de “belgas”. Es la doctrina del individuo que cuenta con sus vecinos para hacer su trabajo

PD 2: qué aristocrática se vuelve la izquierda cuando toca pelo. Eso sí, todo el mundo sabe que los niños de papá sólo están en el pepé (¿periodistas por parte de padre?).

PS: semana viajera: Aranjuez-Galicia-Baleares.

1 comentario:

Butzer dijo...

Hay que ver lo que les cunde a algunos leyendo...Ya me gustaría a mi, que no saco mucho tiempo...