4.4.11

El primer iberoamericano universal (II)

Leer desentumece les decía ayer.

Y ejercita.

Le hablaba, desocupado lector, sobre la última obra del profesor Lucena. Una obra que es la biografía de un hombre que vivió varias vidas. En un mundo en el que no había Internet, ni viajes en primera ni teléfonos móviles. Un hombre, digo, que vivió varias vidas, envenenado siempre por la política.

El joven criollo de extracción media que fue testigo de joven de la oposición mantuana al reformismo borbónico. El hombre que vivió de adolescente la lucha de Gálvez frente a Cagigal.

El hombre que fue leal súbdito de la Monarquía hispánica, un militar ilustrado, que es lo que en el fondo le hubiera gustado ser toda su vida. El hombre que se jugó su vida en la defensa de Melilla ante los ataques de los moros.

El hombre que fue un viajero impenitente, sólo leal a sí mismo, que viajó por los Estados Unidos codeándose con John Adams y donde se presentó ya como el fugitivo de una justicia tiránica incompatible con la libertad, lo que no le impedía acogerse al auxilio del embajador de la Monarquía allí, gracias a sus buenas relaciones con la élite criolla en el Caribe, en un mundo que estaba aún empezando y en el que el holandés, por ejemplo, era aún la lengua mayoritaria de Nueva York.

El hombre que viajó por toda Europa, empezando por Londres, donde no tardó en hacerse amigo del embajador de la Monarquía, y donde accedió pronto a los círculos más influyentes, en un Reino, el Británico, deseoso de tomarse la revancha por el papel jugado por las monarquías francesas y española en la independencia de sus colonias.

El hombre que viajó por Italia, que estuvo en Prusia y en Austria y que en Rusia fue acogido, y pensionado, por la Emperatriz

El hombre que fue un militar al servicio de la Revolución francesa, que estaba donde había que estar y que conoció, y trató, no sólo a Napoleón sino incluso a Fouche, el genio tenebroso, que luchó por la revolución en los campos de batalla y que también sintió de cerca el peso de la guillotina. Y cuyo nombre está hoy inscrito en el Arco del Triunfo de París…

En fin, el precursor, el hombre condenado a no ver liberada la tierra por la que luchó, el que orientaba a los jóvenes españoles de América cuando llegaban a Londres en busca de apoyo para su proyecto de separación de la España europea. El hombre que estuvo al mando de los cien días. El enemigo de Monteverde.

El hombre, claro, traicionado por los suyos y entregado a los realistas, condenado a morir en España, viejo ya y enfermo, en el mismo Cádiz donde se hizo posible el último intento de concordia entre aquellas dos Españas…

El hombre que desconfiaba de quien no bebía con él, el hombre que fue un lector voraz toda su vida, siempre preocupado por la suerte de su biblioteca, el grafómano insaciable, el que no volvió a ver a su mujer y a sus hijos, a los que consumió, lo dice Lucena, “esa forma extrema de presencia que es la nostalgia”.

Ese hombre es Francisco de Miranda, biografiado por Manuel Lucena.

No se lo pierdan.


PS: Stephen Spender lo escribió y Manuel Lucena lo utiliza como apertura de su obra: Pienso todo el tiempo / en aquellos que de verdad fueron grandes. / Los nombres de quienes en sus vidas / lucharon por la vida, / los que acarrearon en sus corazones / el centro del fuego. / Nacidos del sol, viajaron a su encuentro un corto trecho. / Dejaron el aire transparente sembrado con honor".


PD: Mañana, también con la fresca, a Mérida.

3.4.11

El primer iberoamericano universal (I)

Leer desentumece. Y derriba tópicos. Y fronteras. Sobre todo cuando el libro es de alguien como Manuel Lucena. Leer te hace crecer. Son cosas que se incorporan a tu acervo personal. Lo que Ortega dijo alguna vez que era la cultura: lo que queda cuando se olvidado todo. Cierro el libro de Lucena y pienso, qué cosas, a los canarios en Venezuela se les llamaba, y se les sigue llamando, “isleños”; no es de extrañar, durante unas pocas décadas del XVIII más de cien mil isleños llegaron a Venezuela huyendo de la miseria de las Canarias. Pienso también en el “Incidente de Nutka”, cuando la Nueva España llegaba hasta el Canadá…

Leer nos avanza otros mundos y nos enseña el reflejo de lo que otras gentes vivieron. El libro de Lucena lo pone a uno ante el mundo del Virreinato de la Nueva Granada. Antes su historia y su fin. Ante lo que luego fue la Capitanía General de Venezuela. El predio de los mantuanos. Un territorio en el que, desde su fundación en 1728 la Real Compañía Guipuzcoana de Cacao gozaba de enormes ingresos gracias a su monopolio sobre el cacao venezolano. Un territorio con las lógicas de la España americana, tan lejana en muchas cosas de la España europea. Un mundo en el que se había deshecho el equilibrio barroco de los Austrias frente a las reformas modernizadoras de los borbones.

En uno de los centros de este mundo, más en concreto en la ciudad que puso en pie un carballés indómito, la ciudad de Santiago León de Caracas, nació en marzo de 1750 (casi piscis, por tanto) el hijo de Sebastián Miranda, un canario del valle de la Orotava que había llegado a Caracas unas pocas décadas antes…

Sobre la vida de este niño, sobre el hijo de Sebastián de Miranda ha construido el profesor Lucena una muy interesante biografía. Mañana les cuento más, que tengo que seguir trabajando.

PD: Mañana, con la fresca, a Valladolid. Vamos a ver qué tal va todo

2.4.11

Las masas saliendo del armario

La tecnología, una herramienta, cambia nuestra vida. Y cambias las cosas. Y cómo las hacemos. Hay un concepto, no sé cómo se dice en castellano, llamado crowdsourcing (el concepto se explica en un video en inglés aquí), es decir, la externalización hacia la muchedumbre. El poder del conocimiento no experto cuando se pone en contacto a escala planetaria. La wiki es un buen ejemplo, pero esto también es aplicable al mundo de los negocios. Y es posible que cambie nuestra forma de entender las cosas de aquí a pocos años. Me interesa esto y me va interesando, y absorbiendo, el tema de los cisnes negros y de la incertidumbre como perspectiva, porque demuestra que estos cambios han sido siempre la constante. Que siempre han estado ahí, quiero decir, aunque ahora todo sea más visible, más rápido y más instantáneo. Me está explicando ahora Taleb un concepto que siempre he sabido de modo primario y poco razonado; el de los empleos escalables y no escalables, y porqué es mucho mejor ser bueno en uno de ellos que en los otros. Ya les contaré más cosas, desocupado lector. O mejor, vaya pegándole un vistazo al libro y así lo comentamos.

En cualquier caso, algunos ejemplos de crowdsourcing, pinchando aquí.

Todo esto estaba ya, me dirá algún lector, sobre todo Hornuez, en Ortega. Y tiene razón. Toda la razón. Ortega, ese frontón sobre el que hacer rebotar, tantos años después, todas nuestras reflexiones.


PS: Y pensando en esto, me encuentro con el artículo de Arcadi Espada de hoy: “La gran novedad, la inmensa novedad de nuestro tiempo, y a la que no terminamos de acostumbrarnos ni de acomodar nuestros análisis, es la visibilidad. La televisión, la miniaturizacion de las cámaras y la conversación de internet han hecho visible al hombre en una medida insospechada. El descubrimiento de América, la llegada a la Luna y la visibilidad de las masas: estos son los tres hits de nuestra modernidad. A todo ello ha de añadirse una vieja característica de la especie hoy exponencialmente sobreactuada: sólo existe lo que deja rastro. En el móvil, en facebook, en twitter. Nunca hubo unas vidas más anotadas. Fiadas al anonimato o al prestigio del espectáculo por encima de todas las cosas, incluida la vergüenza, las masas han salido finalmente del armario”.

30.3.11

Destinos ocultos ¿qué hacer cuando los vemos?

Fuimos a ver Destino oculto. El inexpresivo Damon, sobre un guión entretenido para echar la tarde que, de repente, va, te toca y te lo encuentras de frente. Unas vidas hechas para seguir su camino. Cada uno por su lado. Y de pronto, algo se cruza. Un cisne negro (ya saben, esos fenómenos raros, de impacto tremendo y a los que intentamos encontrar explicación a posteriori), según me está enseñando ahora Taleb. Ocurren cosas que no estaban previstas. Y una persona se ve de pronto, sin saber casi porqué, ante la tesitura de elegir; ante la disyuntiva de seguir sin mirar a los lados un camino que ya sabe falso, o atreverse a salirse del guión, con todo el riesgo y el vértigo que ello conlleva. Atreverse a ser uno mismo frente a lo que todos han diseñado para él. Atreverse, en fin, a aprovechar esa segunda oportunidad que el destino le ha ofrecido dejando entreabierta una puerta. Esa escena, en la isla de Ellis (precisamente allí, frente a Manhattan), sobre un cielo gris, de otoño neoyorquino, en la que ella debe optar por atravesar el quicio de la puerta, y saber que todo cambiará para siempre, o quedarse atrás, y volver a una vida que había sido diseñada y escrita sin contar con ella. La percepción, quizá tan errónea, de que puede que existan almas gemelas, que intentan estar juntas pese a que quizá el destino, escrito por dioses crueles en lejanas estrellas, se oponga a ello. Y esa sensación, cuando todo termina, de que lo que nos diferencia del resto de animales, simples bípedos implumes como somos, es la voluntad. La voluntad de rebelarnos, la voluntad de poder romper con el destino cuando no estamos de acuerdo con él. La voluntad, en fin, de vivir nuestras vidas de verdad, sabiendo que, ¡ay!, lo más sencillo siempre es vivirlas de mentira, escapando y escondiéndonos de nosotros mismos en cada refugio con el que nos tropezamos.


PS: A la peli sólo le falta acabar con esa enorme reflexión del profesor Juaristi, conocida ya por los desocupados lectores de esta bitácora y que el autor se da, cada mañana, en el cuello antes de salir de casa, como si fuera agua de colonia:

Creo que a Arteta, como a mí, no le mueve tanto la esperanza como un cierto sentido -trasnochado- del mejor individualismo. Es decir, de ese individualismo que ya se bate en retirada, pero, al menos, se bate. Como Auden, Arteta y yo creemos que la única tarea del pensamiento y la literatura consiste en la creación de una identidad individual frente a las presiones del medio, que solamente consiente identidades colectivas, las que vienen dadas por los determinismos culturales y sociológicos de origen. Es, por supuesto, una tarea destinada al fracaso. Freud, al que Auden profesaba auténtica devoción, observaba que el individuo va construyéndose a sí mismo con esfuerzo -poniendo yo donde antes sólo había ello-, para caer finalmente derrotado frente a la especie; uno se mira un día cualquiera en el espejo y ve el rostro de su padre. A partir de ese momento puede dar la batalla por perdida. Y ese momento nos llega a todos, inevitablemente. Pero sólo en la lucha por la propia identidad puede brotar la poesía, como quería Auden. O el pensamiento".

28.3.11

Declaración de principios ante la pregunta de un lector imaginario.

Imaginemos que un lector, pudiera ser Ricardo Reis, porqué no, pero me pega más Julia Reis, me preguntara por mi estilo. Imaginemos que en respuesta a su demanda hiciera pública mi declaración de principios gramaticales.

Si ello hubiera ocurrido, el resultado sería algo así:

  • La supresión del artículo es una vulgaridad, propia de esnobs y de mamarrachos. Decir Puebla en vez de la Puebla o Sanabria en vez de la Sanabria denota una cuna vulgar, una estofa mediocre y un estilo de vida socialdemócrata en la estética y con clara tendencia a la haraganería. El día que me vean escribir sin artículos, dejen de leerme.
  • El loísmo es un vicio en vías de extinción, pero con un nivel de clase que jamás alcanzará el leísmo o el laísmo.
  • Escribo talvez junto en homenaje a César Vallejo. No es una errata.
  • Me gusta convertir en palabras los acrónimos. Es una forma de insuflar vida al texto y no marear al lector.
  • Por último, adoro la palabra principiar, como adoro esos burgos en los que demora su partida el invierno. Como adoro, en fin, descubrir autores y enseñar libros a la persona amada.


Qué le vamos a hacer.

Cada uno tienes sus vicios.

26.3.11

De nuevo, Incendies...

Fuimos a ver Incendies. Tengo, frente a lo que asegura la leyenda, poca memoria, y si hace apenas unos meses vi la obra en teatro, no me acordaba bien ya ni del detalle ni de algunos aspectos claves de la misma. Esto me permite, por el contrario, disfrutar del mismo espectáculo presentado de otra manera.

Es buena cine. Buena película. No calca la obra de Mouawad, cosa que creo nunca debe hacerse cuando uno lleva al cine una obra de teatro, pero mantiene la tensión de la obra en torno a la búsqueda de los orígenes, en un viaje iniciático que todos reconocemos por el Líbano, en la búsqueda de la verdad, de las respuesta a las preguntas que nunca nos permitieron hacernos. La perplejidad de todos nosotros ante el odio, ante la barbarie que pensábamos desterrada y que en realidad sigue ahí, agazapada, sin que sepamos muy bien cómo acabar con ella. Una madre que muere, unos hijos que nada conocen. Un pasado. Un padre. Un hermano

No le cuento más, desocupado lector. Acérquese a verla antes de que la quiten

PS: en la Sanabria

25.3.11

Noticias de interés en un mal día

Fue quizá la noticia más relevante del día. O de la semana. Tal vez del mes. Un ejemplo de la cobardía de unos políticos a los que nadie pide cuentas de sus fechorías. Las restricciones, tan caras en un país lleno de estancos y privilegios como el nuestro. La limitación de la competencia. Asegurar los ingresos no por la vía de la productividad sino por la vía de la exclusión de los competidores. La situación es especialmente repugnante en Cataluña, donde, como en tantas otras cosas, se hizo doctrina de otra ilegalidad más.

Ahora, el Tribunal de Justicia de la Unión ha sentenciado lo que todos sabíamos ya. Incluidos los políticos: que es ilegal poner trabas a los grandes establecimientos de distribución comercial a cuenta de su impacto en el pequeño comercio. La libertad es la libertad, y con ella unos ganan y otros pierden. Claro. Así ha sido siempre y así ha de ser, porque sólo de esa manera las sociedades avanzan.

Lo sabía este desastroso gobierno cuando miró para otro lado en la adaptación de la Directiva de Servicios. Lo sabía cuando se cargó las medidas liberalizadoras al llegar a Moncloa y encontrar, ay, los cajones llenos. Lo saben los gobiernillos autonómicos a los que no les importa joder al contribuyente si eso le garantiza votos de los grupos de presión organizados. Lo sabían todo. También, por cierto, la Comunidad de Madrid, la única que entendió todo esto, para bien, desde el inicio.

¿Nadie pedirá responsabilidades a estos políticos? Yo sí, que den la cara, que expliquen cómo han permitido la vigencia de normas que deberían figurar en los manuales de lucha contra la libre competencia.

Es un buen día, para todos. Especialmente para los consumidores.

Así es como se hace funcionar la economía de un país: abriendo espacios, generando oportunidades, impulsando la competencia.

Lo otro, los molinillos, los acuerdos vacíos de contenido y los parches no valen para nada.

Lo que sí que queda claro es que este es eun gobierno coherente con su falta de principios. No los ha tenido ni los tendrá en lo que queda. Gobernar a bandazos es su único criterio. Qué más de el coste. Qué más dan los resultados. ¿Qué hemos hecho tan mal los españoles para tener este gobierno a estas alturas?

PS: Mal día. Estoy cansado ya...

24.3.11

Japón, la demagogia y Magris

Me dio para mucho el finde. Mucho pensar, digo. Mientras montaba en bici (hizo un domingo de primavera, y La Puebla resplandecía) iba dándole vueltas al rollo de Japón. Hay que ver con qué ganas los buitres aprovechan el dolor y el caos para hacer pasar por pensamiento lo que no es más que demagogia: a nadie se le ocurriría poner en cuestión la aviación después de un accidente aéreo. Además, es muy fácil demonizar esta energía, pero el hombre la necesita, porque necesitamos energía barata para seguir creciendo. Para poder seguir viviendo de manera digna no sólo en el primer mundo, sino en todos los sitios que, poco a poco, se van desarrollando. Para permitir a todos que, como pudo hacer mi padre, la gente deje un futuro mejor para sus hijos. Nunca hubo naturaleza pura, ni siquiera en el origen, como nunca hubo once mil vírgenes. El hombre tomó conciencia de sí mismo cuando empezó a domeñar el medio que lo rodeaba, un medio hostil a la vida inteligente y del que llevamos defendiéndonos desde que algo llamado Lucy se puso en pie en el oriente africano hace casi un millón de años.



PS: Claudio Magris, el gran Magris, escribía el otro día en El Mundo: “El orgullo del hombre que con su técnica somete a la naturaleza parte de un disparate: la contraposición entre el hombre y la naturaleza y la contraposición, igualmente falaz, entre lo natural y lo artificial. Como dice un gran himno a la naturaleza escrito por Goethe -y transcrito por uno de sus seguidores- todo es naturaleza, incluso aquello que, a nuestros ojos, parece negarla y es, sin embargo, una de sus puestas en escena. Late aquí el mito de una naturaleza pura e incorrupta, cual virgen a la que corrompería cualquier intervención humana. Pero ni siquiera el más puro y sano vino existe en la naturaleza sin la acción del que cultiva las viñas y vendimia las uvas. Ni los nidos existen sin la acción de los pájaros que los construyen. Los que, como Goethe, tienen un sentimiento profundo de pertenencia a la especie humana, a la naturaleza, saben que el deseo del hombre de construirse una tienda o una balsa no es menos natural que el que impulsa a los castores a construir sus diques para frenar el ímpetu, también natural, de las aguas […].

23.3.11

El cumpleaños de un ser inanimado...

El 19 de marzo en casa celebramos siempre un cumpleaños. Lo celebramos incluso desde antes de que naciéramos mirmana y yo. Es el cumple del cercanías. Nació ese día de 1970. Era el segundo particular de mi padre. Antes había habido un seiscientos, con el que empezó a venirse a la Sanabria a mediados de los sesenta, cuando ya había empezado a asegurarse un cierto porvenir. Aquella España en cambio: discutía el otro día con John the Minor en un almuerzo que el gran cambio social en España, lo que convierte a la España anterior en irreconocible, es el que se produce entre en 1950 y 1970. En esos veinte años hay un corte con la España anterior. Todo se mueve, y se mueve a gran escala. Donde antes sólo se movían los funcionarios, ahora toda la España rural lo hace gran parte de la población. Pobre Castilla, que ya no volvió a ser nunca la misma.

El caso es que celebramos el cumpleños del cercanías, o del abuelo, o de la “limusina amarilla”, como la bautizó con cierta gracia una vez, mil años ha, mi cuñado Toño.

El catorcetreinta, como lo llama aún mi padre. El coche del que se puebla mi memoria. Su olor. Sus asientos. Las pegatinas traseras. El color. Su matrícula, que recuerdo perfectamente. El coche que fue de la familia hasta que ya fui adolescente. Los viajes interminables a Sanabria, parando siempre en Rueda. El coche con el que aprendí a conducir. A usar el starter. A no reducir jamás, ni muerto. A embragar. El coche que llevé un par de veranos, allá con dieciocho, ¡ah hermosa juventud...!

Ahí sigue, ahora en el trastero. Lo arrancamos, le pasamos la iteuve y le damos una vuelta para que vea que no nos hemos olvidado de él. Y cada año, el día 19 de marzo, me acerco a él, abro la puerta, con su manilla delicada, me siento de piloto y me pongo al volante, muchas veces sin ponerlo en marcha, acaricio la palanca de cambios, miro la radio ya probablemente inservible, abro la guantera, me ajusto el cinturón y me dejo acurrucar un rato por la atmósfera que rodea a este viejo amigo con el que todos nos hicimos mayores y le canto, muy bajito y con la voz de Francisco que me gasto un cumpleaños feliz que me sale del fondo del alma...



PS: Borges escribió una vez aquel poema que terminaba "¡Cuántas cosas, / láminas, umbrales, atlas, copas, clavos, / nos sirven como tácitos esclavos, / ciegas y extrañamente sigilosas! / Durarán más allá de nuestro olvido; / no sabrán nunca que nos hemos ido".

22.3.11

La Casa del Barrio, su abuelo y Grass...

Se me van las tardes charlando, no tengo remedio. Me pones un café, una conversación interesante, y no tardo ni veinte segundos en levantar la vista del ordenador y pasar del trabajo acumulado. La vida pasa, el trabajo ahí sigue, y entre una cosa y otra, qué quieren que les diga, me interesa más aquella que todo este…
Luego se hizo casi de noche. Volví de la bici. Estábamos en la Puebla, tomando unos vinos, para celebrar el día del padre. Este año hará setenta y nueve ya. Aquella España. Nació en 1932 y por ahí tengo su cartilla de racionamiento de la postguerra. Con catorce años, a trabajar al túnel cuatro. Donde moría la gente del “mal de la vía”. Qué duro, pero qué hermoso, aquel documental sobre los carrilanos. Esta vez nos pusimos a hablar de su abuelo. Mi bisabuelo. Se llamaba Miguel, pero todo el mundo en el pueblo lo conocía como Miguelán. Nació, esto lo supe más tarde, el 13 de abril de 1875. Es curioso que con casi todos mis bisabuelos me llevo casi cien años. Nació en La Casa del Barrio. Ahora ya no queda casi nada de esa Casa, pero es uno de los conjuntos arquitectónicos más enigmáticos que aún pueden verse en un pueblo tan dado a los enigmas como el mío. La piedra, aún puede verse, está sacada de una Iglesia (algunos eruditos locales sostienen que en el Barrio está el origen del pueblo y que probablemente la primera iglesia se ubicaba allí) y pueden verse aún restos no sólo de policromía, sino también de cantería. La Casa del Barrio, siempre que habla de ella, mi padre lo dice en mayúsculas. Ahí tenemos, aún, la cortina cerrada del Barrio. Allí ya casi quedan casi construcciones habitadas, y a las calles se las ha ido comiendo la naturaleza, esa amiga tan simpática que, en cuanto te descuidas, te borra de la faz de la tierra…
Eran cuatro hermanos y siempre sospeché que él era el menor. Eran los hijos de Isidro y Margarita, nacidos probablemente en el entorno de 1850 y también ambos hijos de mi pueblo. Mi padre habla de él con pasión, aunque haga ya casi medio siglo que murió. Miguelán era cariñoso con sus nietos, y eso que la pasó mal. Vista en perspectiva, su vida deja poco espacio para la poesía. Imagino que aprendió a leer y cuidaba el ganado. Se casó con una mujer hermosa de la que ya no queda ninguna memoria en mi familia. Se llamaba Micaela. “Estaba ya mala desde cuando se casaron” me dice mi padre, que se lo oyó contar a su madre. Tuvieron tres niñas. Ningún varón. Aquello en la España finisecular era una desventaja, se mire como se mire: Petra, la mayor, nació en 1904, Serafina Micaela en 1906 y Pilar un año después (creo). Al poco de dar a luz a Pilar, Micaela murió. Un hombre con apenas treinta años, tres niñas pequeñas y viudo. Un papelón. Marchó a Madrid. Dejó aquí a las niñas. “A mi madre, con la ti Paula”, dice mi padre, que se emociona cuando lo cuenta. Supongo que fue a servir, quizá a casa de algún noble. Probablemente a cuidar coches de caballos. En algún momento volvió. No sé bien el año. De nuevo en el pueblo, volvió a casarse. Esta vez con Jacinta. Ya no tuvieron hijos. Sus niñas se fueron haciendo mujeres y se fueron casando. Serafina lo hizo con José “era buen mozo”, me contaba mi abuela ya muy mayor en algún verano de principios de los noventa, cuando su nieto pequeño la inquiría por cosas de su infancia. Probablemente los nietos lo fueron haciendo feliz. No tuvo muchos; Serafina tuvo tres hijos, pero uno murió de niño; Pilar tuvo dos y uno de ellos murió de niño, y Petra cinco, de los que también uno murió de niño. Pero sólo Serafina se quedó en el pueblo. Así que los nietos con los que más trató fueron sus hijos. Fue envejeciendo, pero seguía con la cabeza lúcida. Siempre con una peseta en el bolsillo para sus nietos. Vivía en la plaza, en la casa en la que nació mi padre, una casa que heredó de su primera mujer, Micaela. “Ya de mayor vino con nosotros a la Iglesia”, me cuenta papá. Con casi ochenta años, se montó en su burra para ir a la Puebla “a ver al Caudillo”, el día que el General Franco inauguró la línea férrea en la que tantos murieron. Falleció en torno a 1963, con casi noventa años. “Estaba perfecto de salud, pero se cayó de la burra en el Uteiro” y ya no se recuperó. Murió al poco y lo enterraron, claro, en Santa Colomba.
Nos acabamos los vinos. En El tambor de hojalata, uno de los protagonistas dice algo así como que en todas las familias ha de haber alguien que indague en la memoria de los muertos para que sus vidas no desaparezcan en la noche del tiempo. Miro a mi padre y sonrío. Con tanto palique se nos ha oscurecido. Montamos en el coche y volvemos para casa.

PS: Hoy en Valladolid de nuevo

21.3.11

Hoy es el día...

Cada veintiuno de marzo se celebra, por iniciativa de la unesco, el Día Mundial de la Poesía.

Esta mañana pensaba en el poema “Ajeno”, de Claudio Rodríguez.

Unos versos para leer despacio una tarde como la de hoy. Unos versos duros, porque sólo la poesía es capaz de expresar lo que sentimos cuando hemos perdido ya la batalla de las palabras.


Léaselo al aire, desocupado lector, que es como se lee la poesía.

Largo se le hace el día a quien no ama

y él lo sabe. Y él oye ese tañido

corto y curo del cuerpo, su cascada

canción, siempre sonando a lejanía.

Cierra su puerta y queda bien cerrada;

sale y, por un momento, sus rodillas

se le van hacia el suelo. Pero el alba,

con peligrosa generosidad,

le refresca y le yergue. Está muy clara

su calle, y la pasea con pie oscuro,

y cojea en seguida porque anda

sólo con su fatiga. Y dice aire:

palabras muertas con su boca viva.

Prisionero por no querer, abraza

su propia soledad. Y está seguro,

más seguro que nadie porque nada

poseerá; y él bien sabe que nunca

vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,

¿cómo podemos conocer o cómo

perdonar? Día largo y aún más larga

la noche. Mentirá al sacar la llave.

Entrará. Y nunca habitará su casa.

20.3.11

Centenario Celaya

El viernes hubiera cumplido cien años Rafael Gabriel Múgica Celaya, el recio hernaniés que, gracias a su oficio de poeta, pasó a la historia como Gabriel Celaya. El marido, también de Amparitxu Gastón.

Casi veinte años ya desde su muerte. A él llegué, lo recuerdo, en el noventa y cuatro o en el noventa y cinco. Una antología personal, comprada también, como tantas en aquella época, en El Buscón. Me descubrió mucho; aquella poesía áspera de los cincuenta, aquella poesía sin concesiones, de una España que yo imaginaba gris. Me descubrió, también, que había vascos que se consideraban los primeros españoles. Aquellos versos. Aquella actitud recia ante la vida. La poesía como un arma cargada de futuro. Otra cosa más de la que aprender a disfrutar para construirnos como personas. Si la vulgaridad es un buen punto de partida, acepto el reto de Gomá, la literatura nos ayuda a escapar de ella.

Los poemas de Celaya. Cien años ya. Dónde estará él. O lo que quede de él. Quizá en sus libros.

PS: Leí en algún sitio un epitafio que imagino en la tumba que algún día visitaré de César Vallejo en París: “aquí reposa lo que podía morir de César Vallejo

19.3.11

Va llegando la primavera

Va llegando la primavera a la mi tierra senabresa. Íbamos a haber echado haciendo de agrimensores, dejando bien medida la “cortina tras la casa”, para el día que los mayores ya no estén, los pequeños sepamos a qué atenernos. Pero el amic Joao, que hubiera oficiado de experto, seguía con sus exámenes ingenieriles y no pudo acercarse. Paseaba por mi pueblo. Solo. Y pensaba, no sólo, en el paisaje. En cómo nos agarramos a él, en cómo soñamos un mundo incorrupto que nunca existió. Pensaba mientras volvía para casa en estas tierras pobres, desoladas, que forman parte de mi memoria, de mis obsesiones, y sin las que no soy capaz de explicarme a mí mismo. En cómo ayer a la noche, mientras paseaba con mis padres y olía a la poca leña que se quema aquí ya al final del invierno, tenía la sensación de estar oliendo mi infancia, mientras mi padre me relataba las obras del día: barrer el curtinerio, cavar en la ñogueria... Leía el otro día en algún sitio (diletante como soy de lecturas superficiales y poco profundas) que los neurólogos creen que los primeros recuerdos que se nos graban en la mente son los últimos que se borran cuando uno se va haciendo mayor y va perdiendo el oremus. Por eso o vienen aquí de pequeños, o los niños ya no vuelven cuando son adolescentes. No es tarde aún.

Ahora va cayendo la tarde. Es hora de coger la bici y empezar el camino de vuelta. Siento, con Hilario TundidorLa frescura del aire / en la humedad del labio”. Fue buena idea venir. O volver, que nunca lo tengo claro cuando llego aquí…

18.3.11

Verás mundo

A veces se hacen bien las cosas. Buenas estrategias las de turismo en mi región. Ligar el turismo a la cultura en un sitio como Castilla es obligado. Hace unos días se presentó en el Miguel Delibes de Valladolid la nueva campaña de turismo de la región. Muy interesantes los microdebates sobre el futuro del turismo para intentar comprender a dónde camina todo esto. Buen trabajo también, para lo que aquí había, lo que se está haciendo para promocionar la ciudad de Zamora a través de la web.

Hay poca industria en Castilla y León que no pase por el turismo y por la cultura. Estando donde estamos, y a las alturas en las que estamos, las pocas esperanzas que ya nos quedan pasan por atraer a un determinado tipo de turista.

Un turista que entienda, la frase es del profesor Espada, que Castilla es una construcción de la soledad y del ángulo recto, como lo entiendo yo ahora, sentado en el tren que me lleva, siguiendo el Duero, desde Valladolid hasta la mi tierra senabresa. Un turista con cierta sensibilidad, construido sobre algo más que sobre la vulgaridad que a todos nos inunda y que nos impide entender que sólo construyéndonos como personas (qué reflexiones tan brillantes las de Gomá, ragalo de Antuan) seremos por fin libres.

PD: el primer regalo fue el cedé de Txarrena y el último, me temo, es uno de poemas musicados de Hilario Tundidor

16.3.11

Un año menos...

De momento: un par de trajes, un par de camisas, un par de corbatas y un par de pelis. Eso, por mi parte.

Un batín, un chándal, unos altavoces con radio para el Iphone, varios libros, una bufanda del Athletic, una botella de chacolí, la serie The Pacific, la tercera temporada del ala oeste de la casa blanca, una pluma Parker, una cesta de desayuno. Creo que no me olvido de nada.

Varias llamadas, mensajes via whatsapp y vía facebook.

Otro año más, la jornada empezó por teléfono en el valle del Loira y terminó en los Estados Unidos…

(Otro año menos)

14.3.11

De cines y de lealtades...

Fuimos al cine. A ver Valor de ley, la última de los Coen. Un western crepuscular. No sé cómo definiría el concepto, pero es lo que me pareció la película. Mundos lejanos, el de un viejo bebedor y una niña adulta de pronto; un mundo que termina, y que acaba ya en el siglo XX, con una mujer que parte en busca de su pasado, que quiere saldar cuentas con las cosas que le hicieron madurar de pronto con apenas quince años. Nieve, sol, desierto, tiros. Buenos y malos, como en las clásicas del oeste. Un circo ya para viejos, para alcohólicos. El valor de la lealtad. Muchas de las cosas más importantes que nos ocurren en la vida no quedan por escrito, ni uno necesita que se firmen, ni es necesario un seguro para ir a reclamar en caso de que fallen. No. Muchas de esas cosas, las que nos hacen humanos, suceden porque entendemos el concepto de lealtad; porque sabemos a quién debemos serles fiel y a quienes no. Porque entendemos, quizá de manera algo oscura, primaria incluso, quienes forman parte de nuestra vida y quienes son aves de paso. Aunque el paso dure muchos años.
Buena película, para ver antes de que se marche el invierno.

PS: Suena Victor Manuel en el Itunes: “Aunque soy un pobre diablo / sé dos o tres cosas nada más / sé con quién no debo andar / también sé guardar fidelidad / sé quiénes son amigos de verdad / sé bien dónde están / nunca piden nada y siempre dan”.

PD: al hilo del libro de mi amigo John, interesante reflexión en la prensa de la provincia.

12.3.11

El domingo hubo paella amb el amic Roger. Tantos años después. Otra de las cosas que quedó a medias durante la última década, siempre tan difícil hacer cualquier cosa que implicase dejar de ver la tele... Además, vino con nosotros el amigo Manolo. Así que la comida fue deliciosa: pusimos verde a Rubalcaba, ataqué a gallardón por cripto rojo y a los del pepé por acomplejados. Según iba haciendo efecto el merlot aragonés que nos marcamos y tras repasar la vida de Fouché, fuimos dando forma a varios puestos a repartir en el futuro (no descarten verme trabajar en Cervantes de aquí a unos años) y hablamos de futuras conferencias y nos fuimos convenciendo de la bondad, a estas edades, de convertirnos en suaves toyboys para mujeres ajadas ya por la edad.

Cuando íbamos terminando, la conversación se nos deslizó hacia el protagonista del último libro de Manolo, Francisco de Miranda: putero, jugador, megalómano y traidor. Allí nos ofreció un ejemplar de su último libro. Sólo olerlo ya prometía. Lo leeré y usted, desocupado lector, debería hacer lo mismo. Y yo pensaba, yendo ya para casa, qué curioso, hace un año más o menos presentó el anterior, pero entonces era yo el que estaba en los Estados Unidos…

Qué despacio pasan los días y qué deprisa pasan los meses.

PS: Almuerzo familiar hoy para celebrar el cercano cumpleaños.

10.3.11

Un predicador en el Midwest cantado en eusquera a ritmo de rap...

Hacerse mayor es aprender a interpretar códigos de tu infancia. Ir resolviendo misterios: porqué suceden las mareas, qué es la regla, de dónde vienen los niños…

Uno no termina nunca de hacerse mayor. Jamás. Siempre hay códigos que volver a interpretar, o misterios que resolver. Así este pasado finde. De un lado, una película, La noche del cazador, dirigida en el cincuenta y cinco por Laughton y protagonizada por un estelar Robert Michum. De otro lado, un grupo vasco, Negu Gorriak, que fue donde acabaron los hermanos Muguruza tras disolverse Kortatu. Yo tenía, perdonen, dieciséis años. Un álbum sacado en 1990, el primero, que llevaba por título el mismo nombre que el grupo. Una canción, Radio Rahim. Una melodía pegadiza (pinche y oiga, no se corte…). Una letra que no dejó de impactarme durante años: “Tenía visto, / amor y odio, / tatuado en los nudillos. / Pero para liarte / a puñetazos tendrás / que revestirte los dedos. / Y algunas veces / golpear con el amor / y otras, en cambio, / hacerlo con el odio. […] / Así es la vida, / haz lo que debas…

Esa imagen del amor y el odio tatuados en los nudillos. Nunca supe de dónde venía, pero era tan poderosa que no dejé de pensar en ella durante años.

Este finde lo entendí. Ben Harper, el enloquecido predicador al que da vida Mitchum en La noche del cazador, recorre la traumática Norteamerica de la Depresión de los años treinta con las palabras Hate (odio) y Love (amor) tatuadas en los nudillos de sus manos izquierda y derecha respectivamente.

Por fin lo cuadré.

Así es la vida, lo he pensado tantas veces estos años. A veces hay que golpear con el amor y otras, en cambio, hay que hacerlo con el odio. Hacer lo que uno debe. El verso seco, amargo, de hacerse mayor. Saber que hay cosas que salen mal, y que no hay segundas vueltas para arreglarlo porque la vida, mítico Llorenç, es eso que pasa mientras haces otras cosas

Buena película. Cómprela o pídala prestada, pero no se la baje pirateando, desocupado lector.

8.3.11

Esas películas que te dejan sin resuello

Fui a ver el Cisne Negro. Una película arrebatadora. Esa música que te atormenta desde que empieza la película. Esa historia, esa mujer acostumbrada a hacer siempre lo que se espera de ella, esa necesidad de transgredir, de buscarse a uno mismo. Esa hermosa metáfora de la vida convertida en cisne. Esa mujer inocente y dulce, convertida a la vez en una mujer sensual, capaz de seducir y de hacer enloquecer a un hombre sólo con una sonrisa.

Una película que te deja sin resuello. Que te hace agarrarte a la butaca, con la melodía de Chaicovski martilleándote la cabeza. Esa concepción del sexo como liberadora, como algo que permite saber quién eres y afrontarte a ti mismo sin temores. Esa esplendorosa Natalie Portman, quizá en el papel de su vida, transmitiendo cómo madurar, salir del cascarón, es un viaje peligroso que puede no acabar bien si uno no tiene la suerte de estar bien rodeado y bien equilibrado. Porque la vida es compleja y un punto canalla y madurar, crecer, significa ver que los matices lo inundan todo en realidad y que uno debe tener claro qué batallas quiere librar y qué guerras necesita ganar para no caer en la desesperación y en la melancolía más absoluta

El Cisne negro. Un viaje a la locura, todo esto.



PD: Esos fantásticos versos de Spender con los que se abre la última obra de Manuel Lucena: “ I think continually of those who were truly great. / Who, from the womb, remembered the soul's history / Through corridors of light where the hours are suns / Endless and singing. Whose lovely ambition / Was that their lips, still touched with fire […]

6.3.11

Cumple

Hoy cumple años Manolito.
Lo llamo. A Francia. A donde fue huyendo de todo esto, hace ya cuarenta años. Está mayor, se enfada conmigo; lo reto a volver a la Sanabria, a Zirbaaaaaantes, el lugar donde lo conocí cuando el mundo era aún tan reciente. Era la casa del abuelo Pedro. El mirador, en diagonal a la Fragua. Aquí trabajaba él, viendo el valle, me contó un día. Charlamos, me habla de política, con lo poco que me importa; me habla de sus teorías: "los hidalgos de tu pueblo vienen del mundo visigodo". Me habla de sus miedos, a quedarse ciego, por ejemplo; me habla de sus obsesiones, de sus peleas domésticas. Me habla, en fin, del viaje que no deja de posponer. Hace ya casi diez años que no voy por ahí, ya no sé si volveré con vida. Lo acuso de ágrafo, como siempre, como si yo tuviera legitimidad para acusar a nadie de nada. Soy un autodidacta, y eso los que habéis pasado por la universidad no lo entenderéis nunca, me recalca, como si yo no tuviera claro que la gente más interesante es siempre autodidacta. Recuerdo el arroz con liebre de su madre, la tía Adoración. Recuerdo las historias del Perdíu que me contaba paseando por el sierro (esta fue la montaña sagrada de los sapis, decía mientras caía la tarde, una hermosa tarde de agosto y Lisboa resplandecía). Hablamos del follón a cuenta del libro del castillo, cómo voy a enfadarme contigo, Manoluá...
Nos despedimos.
Ha cumplido sesenta y cinco.
Me da miedo pensar que algunas personas que me importan y a las que he considerado como parte de mi vida se van a ir muriendo en los próximos años. Siempre pensé que la edad no era un obstáculo para establecer relaciones duraderas entre las personas, y ahora me doy cuenta de que, como casi siempre, pequé de optimista.

Feliz cumple, maestro. Seguiré defendiendo a Men, y al Justiciero, cuando vos hayáis partido...